Yo pensaba que había nacido en el cuerpo equivocado. Me sometí a tratamientos, cirugías, cambios que prometían hacerme feliz. Pero cada vez que el espejo me mostraba una nueva versión de mí, el alma seguía gritando lo mismo: “no soy feliz”.
Hasta que llegó ese día. 2014. Estaba en Tailandia, lista para la cirugía final. Todo lo que creía haber buscado estaba frente a mí... y entonces escuché una voz que cambió mi destino: “No harás la cirugía, yo te hice hombre.” Fue tan clara, tan poderosa, que supe que no era una idea, era Dios hablándome. Caí de rodillas. Lloré como nunca. Ese momento fue el fin de una historia… y el comienzo de otra. Desde entonces, mi vida dio un giro completo. Dejé los escenarios, los concursos, las máscaras. Durante la pandemia regresé a Brasil y comencé mi detransición, no solo física, sino espiritual. El Espíritu Santo me mostró que la verdadera identidad no se construye con bisturí, sino con propósito.
Hoy mi nombre es Rafael Panarello, y me presento ante el mundo como un hombre libre por la gracia de Dios. He pasado por cirugías para retirar implantes y sigo sanando, por dentro y por fuera. Muchos me critican, otros no entienden, pero yo sé lo que sentí cuando Dios me llamó por mi nombre.
Y cuando Él te llama… no hay fama, ni título, ni cuerpo que valga más que Su verdad. Ahora comparto mi historia no para juzgar, sino para dar esperanza.
Porque si Dios pudo restaurar mi vida, también puede restaurar la tuya. Y si un día creí que lo había perdido todo… hoy puedo decir que lo gané todo: encontré a Cristo.


