Te invito a levantarte, a tomar las promesas de Dios para ti y los tuyos.
En otras palabras, saca tus anotaciones guardadas y pídele en este mismo momento al Espíritu Santo que sople vida sobre esos proyectos, esos sueños, esas promesas de parte de Dios que estaban escritos en papel, o aquellos que están escritos en lo profundo de tu corazón, aquellos de los que nadie sabe más que tú y el Señor.
Tal vez están guardados, llenos de tierra, de telarañas, marcados con mil dobleces y casi ilegibles. Léelos y pídele al Señor de los propósitos que comience a dar vida a esos sueños que Dios mismo escribió para ti y que por distintas razones estaban secos.
Pregúntale al Señor ¿Cuál es el camino que debo transitar? ¿Estoy en el lugar y momento indicados?
Para entender esto, sin dudas tu relación con el Espíritu Santo debe ir en aumento; creo que debemos aprender que Dios es quien nos guía, debemos dejar de andar por la vida sin identidad, sin rumbo o con llamados prestados. Somos hijos con un propósito escrito en el corazón de Dios. Comencemos a marchar en esos propósitos y saldremos a la luz a brillar como lo que somos: Hijos de Dios.
La Palabra de Dios nos recuerda: “Mis planes para ustedes solamente yo los sé, y no son para su mal, sino para su bien. Voy a darles un futuro lleno de bienestar”.
Conclusión: La palabra de Dios dice: “Tardará un poco en cumplirse, pero tú no te desesperes; aún no ha llegado la hora de que todo esto se cumpla, pero puedo asegurarte que se cumplirá sin falta”. No debemos desesperar, sino esperar.
Por Claudia Ponce.