Dios tiene esa característica, toma lo que se había perdido y lo restaura a nuevo. Recoge los pedazos de las personas fracasadas en la palma de su mano y genera un hombre nuevo. Toma lo marginal, lo pecaminoso, lo que la sociedad descarta y les dice: “Las cosas viejas pasaron, ahora todas son hechas nuevas”. ¡Qué Dios maravilloso que tenemos!