Por años guardé ese dolor, que disparó para otros estados de ánimo como celos, porque a pesar de intentar absolutamente todo para recibir aprecio, el tal no llegaba, siempre el menosprecio, la burla y la descalificación, hasta llegué a creerme lo que me decían o hacían y en ocasiones, pensé que no era sano vivir así. Recibí los consejos más disímiles y solo encontré alivio en llorar ante la presencia del Señor cada madrugada.
Pero ayer, en base a otra experiencia vivida y redimida por el Espíritu Santo con alguien de mi familia que me acosó casi toda mi vida, pude ver el Poder de Dios para cambiar mi corazón y aun gozarme de hacerle un presente a quien me había dañado. Como una niña pequeña con su regalo de cumpleaños, agitaba el bolsito del regalo para esa bendita persona, pensando en su sonrisa cuando le llegara mi envío. Yo tampoco merecía el perdón y el amor de Dios.
Recordar que Dios ya lo había hecho una vez, trajo luz a mi espíritu y a mi mente para hacer una lista y aunque el dolor es inmenso, el martirio fue grande y prologado, tengo vida y oportunidad hoy, 31 de diciembre de sacar ese escombro y esa amargura que solo provienen de otras personas, no están en mí, por lo que, (como no es fácil) por medio de un ayuno y oración estoy sacando de mi vida todo el dolor y la angustia que me infringieron y para ser sincera, permití que me llegue, permití que odios y miserias ajenas se fueran instalando en mi ser. Permití porque creí en palabras y hechos de personas humanas como yo, antes que creer en la Palabra de Dios que constantemente me hablan del Amor del Padre para mi vida. Yo lo permití también.
¿Hasta cuándo debo perdonar? Jesús nos dijo en la palabra de Dios, “hasta setenta veces siete” y pensaba en Pedro, aquel discípulo en quien confió Él, que hasta lo salvó de las aguas del mar, le dio lugar en su mesa y hasta tuvo revelación del Padre, cuando en el momento más difícil del Maestro, lo negó, no una, sino tres veces. Pero Jesús sólo se cargó con la basura de la mentira que dijo Pedro, la arrastró en su ser sino hasta la cruz, junto a todos los pecados, al tuyo y al mío y allí quedó. Gran ejemplo ¿no?
Hoy en que la incertidumbre y la espera para ver si lo que pasó con mi familiar volvió a suceder con las personas que mellaron mi vida, apelo a Aquel que dijo “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe”, saqué la basura y las raíces de amargura, para evitar así que ocasionen encima enfermedades en mi ser, como dijo el Rey David "mientras callé se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día"
Nadie puede entender mi dolor, hasta no haber pasado por el desierto, con la arena quemando sus pies, cuando el sol impide ver y es cuando solo te queda seguir caminando, con la mirada fija en El Maestro que envió al Espíritu Santo para caminar tomada de Su Mano, agradeciendo a todos los que me han fallado, porque me hicieron prenderme de Mi Redentor.
Ahora solo resta esperar, ver si se producen cambios, que no son míos concretamente, sino de las otras personas y lo que más amo: la indicación del Espíritu Santo para saber qué camino tomar. Comencé cumpliendo lo que Él me guió: quitar el dolor, la culpa, todo lo oscuro de otras vidas, concretamente la basura ajena....
De la redacción de encendidosporelespiritu.com.ar