En el año 1999 repentinamente, sin tener ningún antecedente cardíaco, me dio un infarto y me operaron del corazón esa misma noche. Cuando me ingresaron en una camilla al quirófano, un pastor, que estaba en ese sanatorio con Hilda y mis tres hijas, hizo esta breve oración: “Padre querido: que Marcelo sienta tu presencia en la sala de operaciones”.