¿Cómo estás? simple pregunta que puede cambiar el día a alguien

Para poder practicar una comunión enriquecedora debemos estar con los ojos bien abiertos y con las “antenas” alertas, tratando de advertir a quién podemos bendecir.

Hay personas que han llegado por primera vez y necesitan una palabra de bienvenida. Hay otros, que ya son miembros, pero se los ve tristes y precisan una expresión de aliento que pueda cambiarles el día. «Uno no sabe, pero esa persona que se sienta al lado nuestro puede estar sufriendo mucho».

Un domingo, en la iglesia, me di vuelta para saludar, tal como había sugerido el pastor. Me encontré con dos jóvenes que no conocía. Les estreché la mano a los dos, les dije unas palabras y sucedió algo que me llamó la atención: a ambos se les llenaron los ojos de lágrimas. Uno no sabe, pero esa persona que se sienta al lado nuestro en la iglesia puede estar viviendo un drama en su vida. De allí la importancia de ser cariñosos y abiertos con todos.


Mucha gente entra a la iglesia, cierra los ojos, levanta las manos y se olvida del mundo que la rodea. Está muy bien concentrarse en la alabanza. Pero está mejor observar a quién podemos ayudar o alentar. O simplemente darle la mano. Si prestamos atención, el Espíritu Santo nos marcará a quien dirigirnos.

Hace muy poco una hermana me contó, al finalizar la reunión, que sintió deseos de ir y abrazar a una mujer que nunca había visto. Apenas puso sus manos sobre ella rompió a llorar. “Vine a la iglesia porque estaba necesitando este abrazo”, le confesó.

Las palabras más lindas que le puedas decir a una persona, son sencillamente éstas: ¿Cómo estás? ¿Cómo está tu familia? ¿Cómo están tus hijos? Todas estas son frases que denotan interés. Y debemos acompañar esas preguntas con un cariñoso y sincero silencio, prestando atención a lo que dice.

Hay invitaciones que se pierden en el tiempo. Una de las frases más escuchadas en boca de creyentes es: “Che… tenemos que juntarnos, ¿eh?”. También oímos muy a menudo: “Nos tenemos que juntar un día de estos para cenar…”. Terminan siendo frases ambiguas que nunca se concretan.

O en el mejor de los casos, aquella persona que te aseguró que iría el jueves a la tarde a tu casa, te llama media hora antes para decirte que deben dejar el encuentro para otro día, porque le surgió una reunión de líderes. Entonces guardas el mate, guardas la torta que preparaste, y la frase “lo dejamos para otro día” se torna eterna. Es tristísimo. A mí realmente me apena mucho esto que ocurre entre los creyentes con tanta frecuencia. ¡Qué alto es el costo de la comunión con algunos hermanos!

"Un mandamiento nuevo les doy: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los he amado, también ustedes deben amarse los unos a los otros. De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros." Juan 13:34-35 (NVI)

Por Hilda de Laffitte

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