El hogar es un lugar donde se aprende a perdonar y a ser perdonado. Cada miembro de la familia puede equivocarse, y muchas veces la frustración o el orgullo nos impiden reconciliarnos. Pero, guardar rencor solo genera distancia, resentimiento y dolor. Perdonar no significa justificar el error, sino permitir que el amor y la gracia de Dios restauren la relación.


