Obedecer no siempre es fácil. A veces significa ir contra nuestra lógica, renunciar a lo que más queremos o caminar por sendas que parecen difíciles. Pero cada acto de obediencia es una declaración de amor. No obedecemos para ganar el amor de Cristo, sino porque ya lo hemos recibido y queremos agradarle.
La obediencia trae fruto. Nos libra de caminos de dolor, nos permite experimentar paz y nos conduce a una vida plena en Cristo. Cuando obedecemos, permanecemos en el círculo perfecto de su amor.

El mundo celebra la independencia y la autosuficiencia, pero el creyente sabe que la verdadera libertad está en obedecer a Dios. Sus mandamientos no son cadenas, son la senda que conduce a la verdadera vida.
ORACIÓN: Padre amado, enséñame a obedecerte con alegría y fidelidad en cada aspecto de mi vida. Ayúdame a escuchar tu voz y a seguir tus mandamientos con un corazón dispuesto, confiando en que tu voluntad es buena, agradable y perfecta.
CENTRO CRISTIANO PUERTA ABIERTA
Sáenz Peña – Chaco


