Lo que ayer fue tu vergüenza, puede ser hoy tu testimonio

Después de que Jesús se reveló a la mujer samaritana como el Mesías, algo cambia radicalmente en ella. El texto de Juan 4:28-29 describe cómo deja su cántaro y corre a la ciudad para contar a los demás lo que ha experimentado. El cántaro que había llevado para sacar agua simboliza sus cargas, preocupaciones y rutinas cotidianas. Cuando se encuentra con el Salvador, deja atrás lo que antes era esencial para abrazar algo mucho más grande: el llamado de compartir el mensaje de salvación.
 
 2 Corintios 5:17 dice que si alguno está en Cristo, nueva criatura es. Esta transformación no es un simple cambio externo; implica una renovación profunda de nuestro interior. Somos hechos nuevos para vivir conforme al plan de Dios. La mujer samaritana, que antes buscaba evitar a la gente por vergüenza o rechazo, ahora se convierte en testigo entusiasta, invitando a otros a conocer a Jesús. Así actúa el Evangelio: nos pasa de un estado de vergüenza y soledad a uno de gozo y esperanza.
 
Juan 4:39 menciona que muchos samaritanos creyeron en Jesús por la palabra de esta mujer. Esto demuestra que Dios puede usar nuestros testimonios, sin importar nuestro pasado, para impactar a otros de manera poderosa. El punto central es entender que el encuentro con Cristo no solo nos libera de la culpa, sino que también nos comisiona. Pasamos de ser receptores de gracia a ser portadores de la Buena Nueva para nuestro prójimo.
 
Es normal sentir inseguridad al pensar en compartir el Evangelio. Podemos pensar que no somos lo suficientemente “buenos” o que no conocemos toda la teología. Pero la mujer samaritana simplemente contó su experiencia personal con Jesús, y eso fue suficiente para ganar muchas almas. El poder transformador del Evangelio se evidencia no solo en la vida que cambia, sino en las vidas que se ven afectadas por ese cambio. Tu testimonio puede ser la llave que abra el corazón de alguien más a Cristo.
 
A veces, Dios utiliza nuestras experiencias más difíciles para mostrar Su gloria. Lo que antes era una fuente de vergüenza puede convertirse en un testimonio de la gracia y el amor de Dios. Hoy, pregúntate: ¿qué cosas necesito “dejar en el cántaro” para asumir con valentía el llamado de compartir a Cristo? La misma mano que nos sana es la que nos envía a proclamar Su nombre.
 
Comparte con una persona cercana lo que Dios ha hecho en tu vida. No tiene que ser perfecto ni un sermón extenso, solo un testimonio sincero de cómo el encuentro con Jesús ha transformado tu corazón.
Feeeliz viernes!!!!!

Suscríbete a nuestro boletín de novedades

Te vamos a comunicar lo más destacado.
Solo una vez por semana te enviaremos notas seleccionadas de nuestra web.