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Mamá, ¿Por qué no eres igual que cuando estás en la iglesia?”

Sin querer, el hijito de una misionera definió perfectamente a este flagelo de falsedad con una muy franca pregunta que le hizo a su madre: “Mamá, cuando estás en casa, ¿Por qué no eres igual que cuando estás en la iglesia?”.

Si los padres pudiesen medir el daño emocional que causan a los hijos con ese tipo de comportamiento, lo abandonarían de inmediato. Pero persisten en él porque lo subestiman. Sin embargo, la Biblia llama pecado a la hipocresía.

Dice la Palabra, haciendo una paráfrasis: “Este pueblo me honra de labios, pero su corazón está lejos de mi” (Isaías 29:13). Jesús llamó a los santurrones e hipócritas “lobos vestidos de ovejas” (Mateo 7:15) y “sepulcros blanqueados” (Mateo 23:27).

Hay una franja muy ancha de la sociedad a la que yo le llamo “la franja de las máscaras”. Es la que compone la gente con personalidades cambiantes. Por conveniencia a veces y por hipocresía en la mayoría de los casos, se manejan con comportamientos muy diferentes según dónde se encuentren.

Por ejemplo, son los que tienen una forma de vivir en la iglesia y otra en la casa; una vida de realidad en el hogar y otra de fachada en público.

Una vez, cuando nuestras hijas eran pequeñas, le pedí a Hilda que juntos hiciéramos una oración para cambiar una actitud muy nociva que nos había ganado: “Éramos muy amables con la gente y jamás nos enojábamos con ella, pero cuando teníamos que explotar, lo hacíamos dentro de la casa, justamente con nuestros seres queridos”.

Recuerdo que dije en aquella oportunidad: “Yo en mi trabajo y vos Hilda en el tuyo mostramos, ante las agresiones de nuestros jefes, mucho dominio propio, pero luego a toda esa rabia la descargamos en casa, con los seres con quieres tenemos que ser más cariñosos”.

Oramos, le pedimos perdón a Dios, nos pedimos perdón entre nosotros y nunca más volvimos a esa práctica tan nefasta.

Nuestra meta, como cristianos, es convertirnos en personas íntegras: una roca íntegra es igual arriba que abajo, es monolítica, no tiene fisuras, es igual por donde se la mire.

La palabra de Dios dice en Lamentaciones 3:40 "Examinemos nuestros caminos y escudriñémos{los,} y volvamos al Señor".
 
 

Por Marcelo Laffitte

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