Todo nuestro pasado es una sucesión de hechos y hacen que seamos lo que somos hoy.
Hay un Antes de Cristo y un Después de Cristo.
Las marcas en nosotros, las llevaremos toda nuestra vida, y en muchos casos producen hasta dolor de sólo recordarlas y además con recuerdos recurrentes, seguro ocasionadas por actos no buenos (pecados) realizados y esto lo sabemos, por conciencia y por el dolor que sentimos.
Hay marcas que tenemos de acciones buenas, (servicios) realizadas desinteresadamente, o con el único interés de ser obedientes a nuestro Padre.
Esta última marca es la que se realiza para otros y las que hacemos como para el Señor y en realidad al Señor mismo, cuando nos dice…. “cuando lo hiciste para uno de estos más pequeños, a mí lo hicisteis”.
Muchos tienen y dejan marcas visibles, otras invisibles, pero de que están, están.
Lo bueno es saber que, al ir a Jesús, pedir y recibir su perdón, estas marcas son borradas (no dice instantáneamente), entiendo que definitivamente, pero en un proceso.
Las malas, pasan a ser invisibles y a nosotros, internamente, nos causa una transformación creciente que llegará a su desaparición total, el día que estemos en la misma presencia del Señor con cuerpos nuevos, glorificados.
Mientras tanto, Dios nos dice en Su palabra, “ocupaos de vuestra salvación con temor y temblor”.
Me imagino una lija, al principio de granos gruesos y luego de granos más finos que van puliendo, borrando, nuestro lado no bueno y llegando por último a recibir el paso de esa Mano cariñosa y que al mismo tiempo nos va diciendo, “sos mío, sos mío. Ahora si estás en condiciones de formar parte de mi hogar celestial para embellecerlo”.

Mientras tanto vivimos, sentimos y vemos que hay marcas que son profundas y necesitan más lijado. Esto duele, pero su fin es bueno y lo aguantamos.
Pero a su vez no es en seco, viene el aceite suficiente de la suave mano de Dios manejando ese momento.
Dice Pablo... ”llevo en mi cuerpo las marcas de Cristo”, Gálatas 6:17.
Con marcas que Cristo le dejó, como el aguijón, que él decía y estoy convencido que estas marcas quedan para, siempre reconocer de donde Dios nos sacó y saca constantemente.
Pero lo bueno y trascendente es que éstas no nos impiden realizar la tarea, ahora de una nueva persona, con evidencias del cambio que opera nuestro Dios en nosotros.
¿Qué es el Kintsugi?
Kintsugi o el Kintsukuroi, es la técnica japonesa basada en el arte de arreglar las fisuras o fracturas de la cerámica con oro. De hecho, la traducción más fiel sería «reparación de oro». Estas reparaciones no intentan hacer una restauración inapreciable de la pieza fracturada. Más bien todo lo contrario, pretenden ensalzar la belleza de esas «cicatrices».

Esta técnica realza estas cicatrices y la fragilidad de lo usado, del paso del tiempo. Todo, dándole a estos fallos un protagonismo estético con resultados como estos. En resumen, en lugar de tratar de esconder las grietas. Esta filosofía japonesa las honra mostrando la fragilidad y, a su vez, la capacidad de resiliencia.
Por lo tanto, si ya fuiste a Dios y hay dolores, todavía, es que el Padre está trabajando contigo y con seguridad, de ahí en más empezarás a dejar marcas en otros para bien de estos y tuyo propio.
Haz como los japoneses, deja que El Buen Padre ponga su oro en tus heridas y que se vean. Que sean de ejemplo para otros, de enseñanza y de sabiduría y en ese oro, reflejarán la gloria de Dios.
Solo hoy te digo, no tengas problemas de tus marcas, algunas son trofeos de guerras, ganadas y perdidas, pero que las hiciste bajo la autoridad del Jefe Supremo a través del Espíritu Santo, nuestro amigo en esta tierra. Bendícelas, bendice a quienes te han herido, perdónalos, perdónate y deja que Su Oro bendito se vea en tí..
Transmite a otros lo que Dios hizo en ti e invitarás a que todos pueden empezar en Él, una restauración que será para su bien.
Dios nos bendiga.
José Quiroga