Dios te limpiará, si lo anhelas...

Isaías fue un profeta que condenó enérgicamente el pecado de Judá. Lo vemos en una serie de pronunciamientos que comenzó con el famoso "AY" en el capítulo (Isaías 5). Isaías tenía un buen ojo para ver al otro y su pecado, pero cierto día el Rey Uzías, un rey piadoso que traía esperanza de tiempos mejores, murió repentinamente e Isaías fue a buscar al Señor en el templo. 
Al llegar, Dios se le presentó a Isaías como un rey majestuoso, recordando al profeta de que el verdadero soberano de Israel era Él mismo y en aquel día ante la visión poderosa de la gloria, el profeta sólo pudo decir: "¡Ay de mí! ¡Estoy perdido! Porque soy un hombre de labios impuros... "(v.5).
 
“El año de la muerte del rey Uzías, vi al Señor excelso y sublime, sentado en un trono; las orlas de su manto llenaban el templo. Entonces grité: « ¡Ay de mí, que estoy perdido! Soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo de labios blasfemos, ¡y no obstante mis ojos han visto al Rey, al Señor Todopoderoso!» En ese momento voló hacia mí uno de los serafines. Traía en la mano una brasa que, con unas tenazas, había tomado del altar. Con ella me tocó los labios y me dijo: «Mira, esto ha tocado tus labios; tu maldad ha sido borrada, y tu pecado, perdonado».” Isaías 6:1, 5-8
 
 
Isaías encontró al Señor, o mejor dicho, fue encontrado por el Señor y al encontrarse con Dios, se encontró consigo mismo: vio su pecado, su pequeñez, su rebeldía reflejada en el espejo de la gloria de Dios.
 
No hay otro lugar en el que podamos vernos a nosotros mismos de manera tan nítida como en la presencia del Dios que nos creó. Un encuentro con el Rey de Reyes traerá una visión correcta acerca de quiénes somos y de nuestra necesidad de un Dios que limpia, restaura y levanta.
 
CENTRO CRISTIANO PUERTA ABIERTA
Saenz Peña - Chaco

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