Con tan sólo un mes de vida le diagnosticaron una malformación torácica. En pocas palabras, su pecho estaba hundido.
Los pronósticos eran pocos alentadores ya que para la ciencia en ese momento no había cirugía posible. Empezó el tratamiento con treinta días en terapia en el Hospital Pediátrico.
Fueron jornadas de mucha tristeza para sus padres, quienes por gracia del Señor tuvieron el acompañamiento de una mujer con mucha Fe en Dios. Su tía, quien se aferró a la palabra y todos los días ungía al niño en aceite y oraba por un milagro.
Pero los procesos son necesarios y muchas veces difíciles. Si bien quizás no entendemos Dios está obrando en cada segundo. Los médicos decían en cada parte que Ezequiel no tenía mucho tiempo de vida y que sólo podía llegar a vivir un año, dependiendo de una mochila de oxígeno artificial. Porque hasta ese momento la ciencia no había encontrado la solución para la cirugía que él necesitaba.
La preocupación crecía minuto a minuto para sus familiares. Pero la fe se alimentaba con cada oración. Su tía se negaba a recibir los mensajes negativos que el enemigo quería traer y declaraba en el nombre de Jesús, la sanidad del niño.
Dios tenía marcado el día y el momento en el que todo iba a cambiar. La tía escuchó que el pastor Robert Acosta brindaría un encuentro en el Domo del Centenario. "Mi objetivo era llegar al pastor contra viento y marea, para que Dios use su vida para que Ezequiel pueda encontrar su milagro", sostuvo.
"Era tanta la gente que estaba ese día que era imposible llegar hasta la plataforma. Pero Dios me puso una misión y yo debía llegar con el niño conectado a su mochila de oxígeno hasta ese lugar".
"Fue así que Él me abrió caminos y en un momento logré acercarme con el niño. El pastor lo alzó y empezó a orar a Dios, proclamando la sanidad del niño. Y declarando que el niño ya no dependería de la mochila para respirar. Él sería fuerte y viviría una vida normal. Fue tanta la emoción que sentí que yo dije en ese momento Dios está ahí y la batalla está ganada".
Unos días antes de cumplir dos años a Ezequiel le hicieron la prueba para dejar el oxígeno y ver cómo iba saturando. El equipo médico local, en conexión con profesionales del Hospital Garrahan, verificaban milagrosamente la tolerancia y fue así que decidieron empezar a probar si podía respetar por sus propios medios naturales sin oxígeno artificial. Los médicos sorprendidos y felices supieron que había ocurrido algo sobrenatural.
"Fue un día tan emotivo. El Milagro de Dios había llegado, Ezequiel no sólo podía respirar por sus propios medios, sino que además su caja torácica había crecido”.
A partir de ese momento, Dios mostró que con un soplo de vida en sus pulmones Ezequiel pudo empezar a respirar por sus propios medios. Y empezar a escribirse una nueva vida para este niño, que con tan sólo meses de vida experimentó la grandeza de nuestro Dios.
Una vez más Jesús nos muestra que cuando la ciencia dice no se puede Él se hace presente, transformando diagnósticos, creando nuevos órganos, y soplando vida eterna.
Ocho años de un milagro que transformó su presente y su futuro
Con lágrimas en sus ojos, pero con valentía del cielo Ezequiel compartió ante toda la congregación el Milagro que Dios hizo en su vida. En primera persona él nos mostró con su ternura de niño la grandeza de Jesús. "Mi nombre es Ezequiel yo vengo a contar mi testimonio yo tengo ocho años y antes, cuando era muy pequeño estaba internado porque el doctor dijo que solo treinta días podía vivir. Dios hizo el milagro y hoy pude respirar y tener vida. Gracias a Jesús”.