No dejes que tu fe se enfríe

Cuando un cristiano casi no menciona —ni considera— la importancia suprema de hacer la voluntad de Dios, y tampoco se detiene a autoexaminar su vida para saber si está alineada con lo que el Señor desea para él, corre el serio riesgo de entrar en una vía muerta, una ruta sin destino, que no conduce a ninguna parte.

 

Lamentablemente, eso es lo que le sucede hoy a una ancha franja de creyentes que han permitido que su fe se enfríe. Son los que integran ese triste segmento de los “no comprometidos”. Asisten cada domingo, cantan, diezman, saludan, sonríen… pero tienen el corazón helado.
 
Uno de los peligros de la vida cristiana es encontrar un lugar que nos gusta y quedarnos allí, cómodos, sin avanzar, sin movernos, sin escuchar. En vez de estar atentos a la dirección que Dios quiere marcar, nos estacionamos. La frase que los delata suele ser esta: “Yo voy a la iglesia, pero no quiero que me compliquen la vida”.
 
Con Hilda tenemos un mentor al que admiramos profundamente. Tiene 94 años, se llama Afif Chaikh, fue misionero en Suecia, ingeniero y pastor muy activo. Dios le ha dado una estrategia bíblica clara y efectiva para las iglesias. Las congregaciones que la han aplicado han visto frutos reales: crecimiento numérico y espiritual, renovación y multiplicación. Sin embargo, muchas otras congregaciones la han rechazado. ¿Por qué? Porque esa visión saca a las personas de su zona de confort, las mueve, las incomoda, las desafía. Les exige obediencia, fe y acción, pero ofrece a cambio vida nueva, frescura espiritual y transformación verdadera.
 
Para entender mejor estos rechazos, debemos contemplar también la rigidez de ciertas estructuras eclesiásticas, donde predominan tradiciones vacías y una religiosidad que impide ver el obrar actual de Dios. Todo lo que no encaje en su molde es descartado de inmediato.
 
El ser humano lleva en su interior una tendencia natural a “hacer nido”. “Ya tengo mi techo propio”, “de aquí no me mueve nadie” …
 
Pero ignoran que la vida cristiana es dinámica y que la búsqueda de la voluntad de Dios requiere flexibilidad y obediencia constante.
 
Dios nos llama a no clavar tan profundamente las estacas de nuestra tienda, a no hacer cimientos de hormigón ni poner vigas de acero, porque cuando Él señala un nuevo rumbo con su dedo, debemos estar listos para movernos sin perder un solo minuto fuera de su voluntad.
 
“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.” (Romanos 8:14).
 
Hace un tiempo, mientras visitaba regularmente a un muy sabio pastor de 93 años en un geriátrico (era Alberto Darling, el padre del Nº 2 de Dante Gebel), le hice una pregunta sencilla: —“Si pudieras volver a vivir tu vida, ¿qué cosas no harías?”
Y él, con una sonrisa, me respondió:—“No compraría ladrillos.”
Aquella respuesta me pareció una metáfora brillante.
 
Me estaba diciendo, sin decirlo, que para seguir el llamado de Dios hay que viajar liviano, sin cargas, sin estructuras rígidas. Hay que estar listos para moverse con celeridad hacia donde señale el dedo de Dios.
 
“Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” (1 Juan 2:17)
“Encomienda a Jehová tu camino, y confía en Él; y Él hará.” (Salmo 37:5 (Efesios 5:17
 
Por Marcelo Laffitte

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