El miedo es una de las emociones más paralizantes que existen. Nos impide avanzar, nos roba la paz, y nos hace creer que estamos solos. Pero Dios, en Su Palabra, nos da un mandato claro:“No temas, porque Yo estoy contigo.”
“No temas, porque yo estoy contigo; no te desalientes, porque yo soy tu Dios. Te fortaleceré, ciertamente te ayudaré, sí, te sostendré con la diestra de mi justicia. He aquí que todos los que se enojan contra ti serán avergonzados y confundidos; serán como nada, y los que contienden contigo perecerán.” Isaías 41.10–11.
El miedo no viene de Dios. Como dice 2 Timoteo 1.7, Él nos ha dado un espíritu de poder, de amor y de dominio propio. El enemigo quiere que hables desde el temor, pero Dios quiere que hables desde la fe. “Ninguna arma forjada contra ti prosperará.”– Isaías 54.17
¡Eso significa que no importa lo que venga, no podrá contra ti si estás firme en Dios!
Tu confesión diaria tiene poder.
Lo que decís con tu boca:
1- Influye en tu perspectiva.
2- Afecta tu rendimiento.
3- Construye o derrumba tu espíritu.
4- Determina lo que poseés.
Por eso es clave no confesar tus temores, sino confesar la Palabra de Dios. Habla vida, habla fe, habla victoria. Lo que hablás constantemente es lo que eventualmente construirás.
“Cree, habla y actúa como quien sabe que Dios ya ganó la batalla.”
Por eso No huyas del miedo. Enfrentalo con fe. No alimentes pensamientos de derrota. Sustituilos por las promesas de Dios. No esperes sentirte fuerte para hablar con valentía. Hablá con fe y tu corazón se fortalecerá.
Sos más que vencedor. Dios está contigo. Y si Él está contigo, no hay nada que temer.
"No confieses lo que temés. Confesá lo que creés. Porque lo que hablás con fe, lo comenzarás a ver."