Marcos 4.37: "Pronto se desató una tormenta feroz, y olas violentas entraban en la barca, la cual empezó a llenarse de agua." Los discípulos sintieron miedo, angustia y desesperación, tal como nos pasa a nosotros. A veces, lo único que vemos es el tamaño del problema, sentimos que no vamos a poder, que estamos solos en medio de la oscuridad. Pero esa no es la verdad completa.

En tiempos de tormenta hay dos caminos: rendirse o luchar. Muchos bajan los brazos, dejan de remar, se resignan. Pero otros –y este debe ser nuestro desafío– se levantan, toman el remo con fuerza, sacan el agua de la barca y siguen avanzando. No se enfocan en el tamaño de las olas, sino en la meta: llegar a la otra orilla.
Dios no nos creó para la derrota. Nos formó con alma para sentir, con espíritu para resistir y con un cuerpo que vibra y vive las pruebas, pero no se deja vencer por ellas. Cada lágrima puede ser una limpieza de la vista, una forma de ver con más claridad que lo imposible está más cerca de lo que creíamos.

No eres una casualidad. Fuiste diseñado por el Creador con propósito y con valor. En ti hay fuerza para enfrentar cualquier adversidad. Aun si estás herido, puedes seguir luchando, porque el final aún no ha llegado. Eres un guerrero, y en medio de la tormenta, tu identidad se afirma.
Recuerda esto: más poderoso es el que está contigo que el que está contra ti. (1 Juan 4:4)
Oración: Señor, en medio de mis tormentas, ayúdame a confiar en que estás conmigo. Dame la fuerza para no rendirme, para seguir remando aunque las olas sean altas. Recuérdame que fui creado con propósito, que no estoy solo, y que Tú tienes el control del viento y del mar. Amén.
CENTRO CRISTIANO PUERTA ABIERTA
Saenz Peña-Chaco