Ella me dijo: “Anoche, cuando usted predicó sobre el perdón y después de haber leído su libro “Te perdono”, decidí perdonar a mi padre. Yo no tuve que perdonarlo porque abusó de mi o por algo que me haya hecho. Nada de eso. YO LO PERDONÉ POR LO QUE ÉL NO HIZO”.
La miré con asombro, y me explicó: “” Durante toda mi vida, desde que era niña, él nunca me mostró la más mínima señal de cariño”. “Debido a ese abandono y porque quise sentir desesperadamente el cariño de un hombre, busqué la atención de cualquier muchacho que se me acercara y me volví casi una prostituta. Y eso estropeó completamente mi vida”.
Terminó contando: “Sólo Jesús me salvó de un destino mucho peor que la muerte. Lo que quería decirle Marcelo es que cuando usted les hable a los hombres insista en la infinita importancia que significa que los padres muestren y expresen su amor a los hijos”.
Esta mujer había sufrido una dolorosa “privación emocional”, aun siendo de una clase media acomodada y de familia cristiana.
Siempre fui de abrazar a mis hijas y a mis nietas, pero después de esto no desaprovecho ninguna ocasión para decirles que las amo de todas las formas posibles.
Por Marcelo Laffitte