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Testimonio: si Moisés pudo vencer sus miedos y cumplir la asignación, ¿qué te impide a vos?

Moisés a sus 80 años aún seguía trabajando para su suegro cuidando sus ovejas, tal lo relata Éxodo 3. Allí vemos a un hombre casi anciano aún sujeto a otro patriarca y en labores que muchas veces hacen los muchachos o los siervos: cuidar las ovejas, que ni siquiera eran suyas, como sus antepasados. Hoy el testimonio de cambio, será de la vida de Moisés, de la palabra de Dios.

Allí comienzan los cambios sustanciales en la vida de este varón de Dios. Se le aparece el ángel de Jehová y lo mueve a curiosidad, lo saca de su rutina.

 En el v 4 Dios ve que Moisés se acerca y lo llama por su nombre, pidiéndole que se quite el calzado de sus pies, porque ese lugar era tierra santa. Dios va al encuentro de Moisés.

Dios se da a conocer como el Dios del padre de Moisés, el de Abraham, Isaac y Jacob. Allí se da el segundo cambio, lo revaloriza al llamarlo por su nombre y al recordar a su padre, de quien poco se habla en la palabra, solo que era un varón de la tribu de Leví, quien eligió por esposa a una mujer de su tribu.

Pero lo que vemos en el v 6 es que Moisés cubrió su rostro y tuvo miedo de mirar a Dios. Moisés no lo conocía, era su primer encuentro, no conocía su voz, solo recordaba lo que le habían contado de Jehová, pero en este momento, al escucharlo, ver su poder y sus primeras palabras tuvo miedo y cubrió su rostro.

Luego comienza el diálogo entre Dios y Moisés contándole de sus hijos en Egipto, lo que estaban sufriendo y le cuenta lo que iba a hacer y que lo incluía en esa misión para salvar a su pueblo de la esclavitud, incluso en ese momento le dice donde los llevará, cual será la Tierra Prometida.

Le dice que lo llevará a faraón, que no será fácil, para sus hermanos y para su misión, le dice su Nombre, le dice que vaya porque Él Yo Soy estaría con Moisés, incluso le da señales de lo que haría, donde le serviría, en ese mismo monte donde estaban hablando.

Pero el cambio propuesto por Dios no surtía efecto en Moisés, comienzan sus dudas y preguntas "¿Quién soy yo? ¿cuál es tu nombre, qué les responderé? No me creerán. No soy hombre de fácil palabra, envía a otro". Hasta que todas estas dudas hicieron enojar a Dios, porque mientras Jehová le contaba sus planes, como lo haría, que incluso saldrían con oro y plata de Egipto, Moisés seguía dudando y poniendo peros. Jehová comienza a darle pruebas de Su Poder, la vara convertida en culebra, la lepra de su mano, la sangre en el río, pero Moisés siguió poniendo excusas.

Entonces Dios se enoja y le recuerda que Él le dio la boca y que Él era Jehová, le dice que vaya, que Él estaría con su boca, segunda vez que le dice que iría con él y que hablaría a través de Aarón.

Finalmente, Moisés toma la misión y avisa a su suegro y toma su familia para cumplirla.

Muchas veces podemos criticar a Moisés y a tantos escogidos de Dios, por no aceptar el llamado que Dios hace a nuestras vidas, pero en esas oportunidades no vemos que tal vez esas personas no conocen al Dios de los Cielos. Ni podríamos jactarnos nosotros de hacerlo, si en cada prueba que se nos presenta lloramos como niños que se nos perdió un juguete.

Conforme pasamos las páginas de Éxodo, en el capítulo 33, muestra el cambio sustancial en Moisés, él hablaba cara a cara con Jehová como cualquiera habla con su compañero, y ante el ofrecimiento de un ángel, Moisés pide la Presencia de Dios, sino no iría a ningún lado y se anima a más, le pide ver su gloria. Y lo esconde en la peña, pasando enfrente para que vea sus espaldas, no su rostro. Pero vaya que había cambiado Moisés, ya no tenía miedo de Dios, se animaba a regatear con Él, el trato diario, el escuchar Su voz, el ver su poder actuando, lo llevó a conocerlo, hasta incluso a hacerlo cambiar de idea, porque Dios se enojó con el pueblo y fue su siervo por ser de dura cerviz, quien pidió por ellos.

Y aún en el capítulo 34 v 29 de Éxodo la piel del rostro de Moisés resplandecía, después que hubo hablado con Dios, tanto que debía ponerse un velo para hablar con sus hermanos.

 

Moisés era un hombre normal como nosotros, incluso se había equivocado en su juventud, se tuvo que exiliar por cuarenta años, pero Dios mantuvo su mirada en él, como la mantiene en nosotros hoy. Para él hubo asignación, hubo provisión y milagros, y para nosotros también hoy, todo está en Su palabra y en la guía del Espíritu Santo, su presencia está con nosotros como estuvo con él miles de años atrás.

¿De qué depende el cambio? 

De buscarlo cada día, de tener un tiempo para estar con Él, Dios se manifiesta a nosotros cada vez que abrimos Su Palabra, las asignaciones vendrán, Su Voz se hará sentir, porque luego de estar con Él, ningúna autoridad de la tierra podrá resistir a las palabras que Dios ponga en nuestra boca, porque serán guiadas por el Espíritu Santo. Solo nosotros podemos llegar a ese amigo que ya no ve salida, a ese familiar que fue abandonado, a esa mujer que ya perdió la fe, solo nosotros tenemos ESA asignación. Dios nos está esperando y preparó una zarza sólo para nosotros. ¿la aceptamos?

 

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