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Corregir antes de la tormenta

Tengo un amigo que presionó tanto a su hijo en la escuela secundaria, en la universidad y en el importante equipo de básquet para el que jugaba, que sucedió lo que se veía que pasaría: el joven abandonó la casa, su familia y su estudio.

 Era un padre perfeccionista (el perfeccionismo puede ser una virtud o convertirse en una enfermedad). Si su hijo sacaba un 8 le gritaba “inútil”.

 

Si un día no jugaba como un atleta de la NBA perdía los estribos en el propio estadio, durante el partido. Era insoportable.

Nunca quiso oír a quienes le repetían que tenía un hijo excelente y que debía cambiar su actitud.
 
A los 19 años el muchacho se fue de la casa y no le habló nunca más.
 
 
 
Hay personas a las que les suceden episodios que, claramente, uno puede anticipar. La vida se les cae encima y no toman medidas. Repiten y repiten el error. Los traiciona su empecinado orgullo.
 
Cuando un día cambian de rumbo ya es tarde: sus vidas están destruidas. Y muchas veces, sus familias también.
 
 
Debemos atender a lo que nos dice el sabio Salomón en Proverbios: “El avisado ve el mal y lo evita, más los simples (los cabezas duras) pasan y llevan el daño” Prov. 22:3
 
No tienes que esperar a que todo se caiga, para comenzar a pensar en un cambio.
 
 
No tienes que ser buscado por la policía por evasor, para recién pagar los impuestos.
 
O que tu mujer se vaya de la casa para recién dejar de golpearla.
 
Los sabios corrigen antes de la tormenta.
 
“Con el temor de Dios los hombres se apartan del mal” Prov. 16:6
 
Por Marcelo Laffitte

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