Agradece siempre

Con Hilda tenemos por costumbre, cada vez que vamos a un restaurante y somos bien atendidos por el camarero, no solamente dejarle la propina del diez por ciento de la cuenta sino también agradecerle muy efusivamente su amabilidad. Hacemos algo más. Yo voy hasta la caja, pregunto por el dueño o encargado y destaco la atención de ese empleado. Las reacciones, tanto del propietario como del camarero, demuestran que esto que hacemos no es común. Dejan a las claras que esta es una época escasa de gratitud.

 

Dios quiere un pueblo que demuestre su agradecimiento.
 
Si no fuera así no hubiese dejado escrito el relato de los diez leprosos sanados por Jesús donde solamente uno volvió a darle las gracias. ¿Sólo uno volvió a agradecer? ¿Y los otros nueve?, preguntó Jesús.
 
 
Y si hay alguien al que tenemos que darle gracias a cada momento es a nuestro Dios, porque solamente un despistado no se da cuenta que en el estacionamiento que conseguimos, en el sol que iluminó el día, en la salud que disfrutamos, en el asiento que obtuvimos en el micro, en la sonrisa de nuestros nietos y en mil cosas cotidianas, está la mano y el beneficio del Señor.
 
Esta columna solo pretende dejar un consejo casi elemental, pero a mi juicio, ser agradecido es un gesto que hace la vida más grata.
 
 
 
En las iglesias veo dos tipos de agradecimientos: por un lado están los que agradecen lo que el Señor les dará, y por otro, los que dicen gracias por lo que Dios ya les dio... "Bendice alma mía al Señor y no te olvides de ninguno de sus beneficios" Salmos 103:2
 
Por Marcelo Laffitte

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