Radiografía de un ganador de almas

En la columna de ayer me referí, con dolor, a la poca obediencia que mostramos para con el Señor en el cumplimiento de la Gran Comisión. No le predicamos a la gente.

Carlos Vercellino, es un amigo de un pequeño pueblo del interior llamado Puán, en la provincia de Buenos Aires, al que no lo podemos incluir en la citada desobediencia porque él ama predicar de Cristo. Diría más: tiene una hermosa compulsión por hablarle a la gente de la salvación y no pasa una sola jornada en que Carlos no pueda contar sobre a quienes les habló del Cielo en ese día.

Les prometí preguntarle algunas cosas que todos desearíamos saber, pero como es el peluquero unisex más requerido del pueblo, tuvimos ayer unos pocos minutos en el teléfono, para que él me respondiera una decena de preguntas que les comparto en forma textual.

-Carlos, ¿cuántos habitantes tiene Puán y cómo es un día de tu vida?

- “Tiene cinco mil habitantes, la gran mayoría gente muy católica. Mi vida diaria comienza a las 5 de mañana en que me levanto para estar con el Señor hasta las 8 en que comienza mi jornada de trabajo casi todo el día.

En esas tres horas oro caminando por la peluquería, me siento y escucho una predicación, leo la Palabra, vuelvo a orar… Creo que es el propio Señor el que me levanta, porque a las cinco se me acaba el sueño y estoy muy lúcido”.

¿En qué momentos les predicas a la gente?

- “En donde me encuentre, pero a la mayoría en el sillón de la peluquería. Allí, la gente abre su corazón y es fácil llevarlos al terreno espiritual. Siento que es el lugar que Dios me ha asignado. La gran mayoría acepta el mensaje, luego Dios decide dónde cae la semilla. Tengo en claro que nuestra tarea es sembrar y Dios da el crecimiento”.

 

- ¿Cómo ves a las personas?

- “Cuando las miro, impulso de peluquero, primero me fijo en el cabello y luego pienso: ¿Dónde pasará la eternidad? Y me viene la imagen del infierno y eso me genera una fuerte obligación de hablarles del Cielo. Trato siempre de ir con un mensaje de amor…es lo que necesitan todos”.

- ¿Hay muchas personas que las encuentras en la iglesia y que son fruto de tu predicación?

- “Sí, hay unas cuantas. Me producen mucho gozo”.

 

-A los que aceptan a Cristo, ¿los discipulas?

- “No, no puedo. Mi trabajo me absorbe todo el día. Los conecto con una iglesia y les digo: Cuando me necesites, aquí estoy. Una mujer, católica, me necesitó hace 15 días porque falleció el esposo y quiso que yo, no el cura, hablara en el velatorio. Fui y aunque no soy orador, el Espíritu Santo habló por mí. Ese fue el trato que hice con el Señor. Le dije que, si no hablaba él, no iba”.

-Y a los que no aceptan el mensaje, ¿los borras y te olvidas de ellos?

- “No, para nada. Me ha pasado que después de cerrarle la puerta a mi mensaje, algunos volvieron a pedirme oración.”

- ¿Quién te llevó a Cristo?

- Un pastor, hace 19 años. Un hombre al que no me gustaba ni cruzarlo en la calle.

 

 Carlos Vercellino y familia

- ¿Qué es lo que te da el mayor impulso para predicar?

-Cuando pienso en el infierno.

Por Marcelo Laffitte

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