¿Tienes compasión por el que se pierde?

En la muy populosa Avenida Cabildo, en Buenos Aires, a cuatro cuadras de donde vivo, hay un puesto de venta de diarios atendido por una mujer de más de 70 años. Cada vez que paso por allí la escucho predicar a viva voz a alguno de los que se detienen para ver su mercadería. Lo hace de manera muy resuelta, sin vergüenza alguna.

En más de una oportunidad me quedé por allí cerca para observar la escena. Habla, como dice la Biblia, con denuedo, disfrutando lo que hace. Y la gente la atiende con mucho interés. Cuantos de nosotros tendríamos que aprender de ella. Debemos admitir que dejamos pasar muchas oportunidades en las que podríamos bendecir a las personas.

 

Una encuesta, que realizó una organización cristiana en Buenos Aires, dio como resultado que el 90 por ciento de los creyentes consultados, reconoció no haber compartido de Cristo a nadie en los últimos cinco años.

Debemos confesar esa actitud como un pecado y rogarle a Dios que vuelva a encender nuestro corazón.

Tuve ocasión de sentarme a conversar con un pastor coreano que tiene una iglesia de 20 mil miembros en Seúl, la capital de ese país. ¿Por qué cree usted que hay tantos cristianos nacidos de nuevo en su país y tan pocos en Argentina?, le pregunté.

Pensó un rato y disparó una respuesta que jamás olvidaré: “En primer lugar creo que Dios es soberano y él hace como quiere, pero respondiendo su pregunta pienso que la iglesia coreana crece tanto porque el creyente de mi nación TIENE MUCHA COMPASIÓN POR LAS PERSONAS QUE SE PIERDEN…y eso los impulsa a predicar para compartir su fe”. Cuando dijo eso, me miré a mí mismo y pensé: “Cuánta indiferencia que tienes Marcelo”.

Y me explicó un poco más: “Ellos no se quedan con la compasión, sino que actúan. Si están en una fila en un banco o viajando en un tren y notan que la persona que tienen al lado se ve como no cristiana, no se irán de allí sin antes dar alguna muestra de evangelismo: o le hablarán de Cristo, o lo invitarán a la iglesia o en su defecto sacarán un tratadito del bolsillo y dirán: “Léalo, le hará muy bien”.

Desde aquel día la palabra compasión aparece en mis oraciones: “Señor, enséñame a desarrollar la compasión en mi corazón y yo iré en busca de los perdidos”

Por Marcelo Laffitte

Editora del Sitio
"Te haré entender y te enseñaré el camino en que debes andar. Sobre ti fijaré mis ojos..."

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