
La iglesia necesita ver mujeres que no se tomen a sí mismas demasiado en serio, pero que tomen a Dios muy en serio. Mujeres que no buscan agradar a la gente, sino al Señor (Gálatas 1:10). Mujeres que entienden que “engañoso es el encanto y vana la hermosura; la mujer que teme al Señor, ésa será alabada” (Proverbios 31:30).

