Romanos 14.19: Por lo tanto, esforcémonos por promover todo lo que conduzca a la paz y a la mutua edificación.
Durante mucho tiempo, equivocadamente, se ha delegado la pacificación de las naciones a quienes no conocen a Jesús ni valoran la verdadera paz. El resultado está a la vista: conflictos, divisiones y guerras que no cesan. Porque no se puede construir paz verdadera dejando fuera al Príncipe de Paz.
Jesús nos dejó un legado único cuando dijo: “La paz les dejo, mi paz les doy”. Es una paz distinta a la del mundo, porque no depende de tratados ni acuerdos humanos, sino que brota del corazón de quienes han sido reconciliados con Dios. Esa paz interior se convierte en semilla de transformación para familias, comunidades y naciones enteras.
El llamado es claro: trabajar junto a Cristo para cambiar ideologías, estructuras y culturas que promueven la violencia. Él nos confió el ministerio de la reconciliación, nos dio la tarea de anunciar y vivir principios que establezcan su paz en la tierra. Como dice Isaías 61.4: “Ellos repararán las ciudades arruinadas”. Somos parte de esa misión de restaurar vínculos rotos, sanar heridas profundas y reconstruir sociedades quebradas.
Promover la paz requiere esfuerzo. No se trata de un ideal romántico, sino de una decisión diaria que confronta costumbres, pensamientos y actitudes que favorecen la violencia. La pregunta es inevitable: ¿estamos dispuestos a esforzarnos por la paz?

Jesús se entregó hasta lo sumo para traer su paz y ponerla al alcance de todos. Que su ejemplo nos inspire a ser sembradores de esa paz en cada palabra, cada relación y cada acción, hasta que el mundo vea reflejado en nosotros el rostro del Príncipe de Paz.
CENTRO CRISTIANO PUERTA ABIERTA
Saenz Peña-Chaco


