La generosidad rompe cadenas invisibles

La vida cristiana está marcada por un principio fundamental: dar. Cuando dejamos atrás la tiranía del egoísmo y de la mentalidad de escasez, descubrimos la libertad de una vida plena. El verdadero éxito no se mide por lo que acumulamos, sino por lo que somos capaces de entregar.
 
 
Hechos 2.44-45: Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común: vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno.
 
La generosidad rompe cadenas invisibles:
• Rompe la avaricia y la ansiedad, porque nos recuerda que Dios es nuestra fuente.
• Rompe la indiferencia, porque nos conecta con el dolor y la necesidad del prójimo.
• Rompe el egoísmo, porque nos hace mirar más allá de nosotros mismos.
 
 
Dar sin esperar nada a cambio nos vuelve irresistibles. Y esto refleja el corazón del Evangelio: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio…” (Juan 3.16). Dios no esperó nada de nosotros antes de entregar a su Hijo; su generosidad fue absoluta y nos dejó libres para responder.
 
La marca de un seguidor de Jesús: un estilo de vida que hable más fuerte que las palabras.
 
La Biblia muestra que la generosidad desinteresada fue el sello distintivo de los primeros discípulos. Ellos entendieron que en Cristo no había lugar para la tacañería, la queja, la murmuración o la rebeldía. Sabían que en Jesús tenían una vida abundante, y por eso al dar mostraban seguridad, estabilidad y confianza.
 
Dar es vivir: La generosidad nos enseña a vivir felices en cualquier situación, porque sabemos que el Señor suple lo que necesitamos. Cuando das, recibes paz, gozo y la certeza de que el Espíritu Santo derrama bendiciones en abundancia y sin medida.
CENTRO CRISTIANO PUERTA ABIERTA
Saenz Peña-Chaco

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