Dios mira tu corazón

Es preocupante. Cada día nos alejamos más de la posición en que Dios ve las cosas y llegamos a medir los hechos con una regla que nada tiene que ver con la que usa Él. Ya el Señor nos advertía a través del profeta Isaías cuando afirmaba: “Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos”.
 
Sabemos muy poco de Dios. Sobre todo de cómo piensa, siente y actúa. Muchos de nosotros catalogamos como “graves” situaciones que para el Señor son simples y secundarias, mientras que restamos importancia a otras que son verdaderamente malas a los ojos de Dios.
 
Las circunstancias vividas por el rey David, por un lado, y Ananías y Safira, por otro, nos dan una exacta medida de lo que estamos diciendo. David, autor de los delitos de adulterio y asesinato, llegó no sólo a ser perdonado por Dios, sino exaltado hasta el grado sumo por el Señor. En cambio, Ananías y Safira sólo cometieron una pequeña defraudación con dinero, pero sin embargo toda la ira de Dios cayó sobre ellos y fueron virtualmente fulminados.
 
¿Qué pasó? ¿El Señor es contemplativo con la inmoralidad? ¡De ninguna manera!
Lo que sucedió es que David vivió un desliz propio de la debilidad humana, y al tomar conciencia de él, confesó y se arrepintió con profundo dolor (Salmo 51), y Dios, que capta más allá de las palabras —porque simultáneamente va leyendo los corazones— descubrió que sus súplicas eran genuinas y lo perdonó. A pesar del negro pecado cometido. Ananías y Safira, al quedarse con un dinero que no les pertenecía, quisieron aparentar ser mejores cristianos de lo que en realidad eran. Se confabularon para aparecer como generosos, tramaron el engaño, conspiraron contra Dios y luego se afirmaron en su mentira cuando fueron descubiertos.
 
David codició la mujer de otro hombre y mató para obtenerla. Ananías y Safira buscaron un reconocimiento que no les correspondía.
David fue adúltero y asesino. Ananías y Safira fueron hipócritas. Para nuestra regla humana suena mucho más grave lo de David.
Repito que de ninguna manera creo que Dios no se enoje con la inmoralidad, sino que se muestra más ofendido con la hipocresía y la falta de sinceridad. ¿Se da cuenta qué distintos somos para evaluar?
 
Es evidente que el Señor juzga algo más que los hechos en sí. Él pesa las actitudes. 
¿Qué pasaría si algún hermano de nuestra congregación tuviera un desliz como el de David? Obviamente lo defenestraríamos, lo avergonzaríamos y lo expulsaríamos aunque clame por perdón. Sin embargo, pasaríamos por alto una situación similar a la de Ananías y Safira.
 
Es evidente que sus pensamientos no son nuestros pensamientos... Hay una gran diferencia entre lo que ofende a los cristianos y lo que ofende a Dios.
 
Si no, veamos cómo siguen practicándose pecados tan groseros a los ojos de Dios como son:
• La marginación de hermanos (porque no responden a “nuestra denominación”)
• La crítica despiadada hacia quienes no practican “nuestra única y sanísima doctrina”
• La “saludable” postura de no participar en nada que sea interdenominacional pues mancha el “prestigio” y la trayectoria
• El sentirnos superiores a otros hermanos... (Porque “Dios nos ha dado más luz...”) Etcétera, etcétera.
 
Practicar esto siendo cristianos es hipocresía. Deshonestidad cristiana. Y para Dios esto es mayor afrenta que el robo o el adulterio (aunque detesta también estos pecados, obviamente).
Cuando la hipocresía de los fariseos fue expuesta a la luz por la ungida sinceridad de Esteban, estos lo apedrearon hasta que lo mataron.
Siempre, cuando los hipócritas son confrontados con la verdad, reaccionan violentamente. Hasta el día de hoy.
El Señor comenzará a bendecirnos cuando nuestro carácter y nuestra sanidad interior lleguen a preocuparnos más que nuestra imagen.
Dios nos llenará de Él cuando erradiquemos de nosotros la sórdida idea de que somos los únicos que estamos en su voluntad.
 
Libros de Marcelo Laffitte, hoy: Las 3 V (verdades vigentes y valederas)
*Fragmento*

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