Corre, con la mirada puesta en Jesús

La vida cristiana es comparada con una carrera de resistencia, no de velocidad. No se trata de quién llega primero, sino de llegar fieles hasta el final. Para eso, necesitamos despojarnos de todo lo que estorba: dudas, temores, hábitos dañinos o cargas emocionales que debilitan nuestra fe. Así como un atleta no corre con peso innecesario, nosotros tampoco podemos correr con el corazón dividido o contaminado.

Despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe. Hebreos 12.1-2 El secreto está en la mirada fija en Jesús.
Él es el punto de partida y la meta final. Cuando quitamos la vista de Cristo, fácilmente nos distraemos con los tropiezos del camino. Pero al mirarlo a Él, encontramos fuerza para perseverar, paciencia para soportar y valentía para seguir, aunque haya obstáculos.

El apóstol Pablo nos deja un ejemplo inspirador al final de su vida: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” 2 Timoteo 4.7. Su triunfo no fue en aplausos humanos, sino en la fidelidad a Dios hasta el último día. Y la recompensa no era terrenal, sino eterna: la corona de justicia preparada para todo aquel que ama la venida del Señor.

Cada paso en esta carrera cuenta. Cada prueba que atravesamos fortalece nuestros músculos espirituales. Cada caída de la que nos levantamos nos enseña a depender más de la gracia de Dios. La clave no es la perfección, sino la perseverancia.

Hoy, el llamado es claro: corramos con paciencia y resistencia perseverante, sabiendo que al final nos espera Cristo mismo con la recompensa que no se marchita. Que nuestra meta sea terminar la carrera como Pablo, con el corazón firme y la fe intacta.
CENTRO CRISTIANO PUERTA ABIERTA
Sáenz Peña-Chaco

Suscríbete a nuestro boletín de novedades

Te vamos a comunicar lo más destacado.
Solo una vez por semana te enviaremos notas seleccionadas de nuestra web.