El cambio te espera, anímate, Dios te ayuda

Porque la Palabra anunciada tiene dos tiempos. El primero es recibirla y el segundo es ejecutarla. Ya en las épocas de Cristo pasaba que no todos los que escuchaban accionaban después. Eso movió al Señor a decirlo en Mateo 7:24-27. (…El que me oye y no hace lo que yo digo es como un tonto que construyó su casa sobre la arena…) La Biblia les llama “bienaventurados” a los que luego de aprender, hacen. (Juan 13:17).

 

Pero el otro extremo, escoger el conocimiento por encima de la práctica, no es otra cosa que un “autoengaño espiritual”. Lo dice Santiago 1:22: “Sed hacedores de la Palabra y no solamente oidores, engañándose a vosotros mismos”.
 
Vivimos en una sociedad que valora el conocimiento, pero desprecia la obediencia, el sacrificio y el servicio. Esa tendencia está también en la vida cristiana, donde muchos se conforman con saber mucho sobre la fe sin permitir que transforme sus vidas.
 
¿Y por qué actúan así? Porque le temen al cambio.
Es que aplicar la Palabra significa, muchas veces, cambios muy importantes en la vida personal o social:
• Habrá que dejar vicios que producen placer.
• Habrá que cambiar de amistades.
• Habrá quizás que dejar de ganar dinero que llega un tanto sucio a nuestras manos.
• Habrá que postergar comodidades, etc etc etc…
 
Por eso muchos prefieren la comodidad de lo conocido, aunque eso signifique no vivir conforme a lo que creemos. Aunque eso sea, directamente, un divorcio entre lo que decimos y lo que hacemos.
 
Y eso termina produciendo “creyentes estériles”. Cristianos vacíos que oyen, pero no dan fruto, como dice Mateo 13:22.
 
Son vidas tristes, llenas de mediocridad. Son personas que, por no tomar la decisión de cambiar, han aceptado tener una fe teórica, pero no vivencial. Entran a la iglesia cada domingo, pero salen de la misma manera. Sin cambios.
 
Cristo nos llama a ser “luz del mundo y sal de la tierra”, algo que solo podemos cumplir si aplicamos lo que hemos aprendido.
 
Pidámosle al Espíritu Santo que nos ayude a abandonar la “hipocresía religiosa” y nos lleve a vivir como cristianos auténticos, comprometidos. Con todo el gozo y toda la buena adrenalina que produce.
 
Y si nuestro pedido es genuino seremos llenos del Espíritu y nuestra vida comenzará a cambiar.
 
Sigo creyendo en un dicho que repito siempre: “Que en el Evangelio de Jesucristo siempre se puede comenzar de nuevo”.
 
Por Marcelo Laffitte

Suscríbete a nuestro boletín de novedades

Te vamos a comunicar lo más destacado.
Solo una vez por semana te enviaremos notas seleccionadas de nuestra web.