El pecado está siempre acosándote, elige a Dios para salir de él

Hoy quiero invitarlos a pensar y a evaluar. PENSAR en una “espada de Damocles” que pende sobre nuestras cabezas y que son las tentaciones carnales. Y EVALUAR lo que podemos ganar y perder si cedemos a ellas.

Digamos en primerísimo lugar que la más alta seguridad y la más poderosa protección para no arruinar nuestra existencia cayendo en ellas es mantenernos enfocados permanentemente en el propósito que Dios nos asignó a cada uno. Enfocarnos en el propósito incluye, entre otras cosas, cuidarnos de no ofender al Dios que nos ama tanto.

Vayamos al trabajo práctico.
1) PENSEMOS con honradez y admitamos que somos vulnerables, que pensamientos y deseos desordenados aparecen, con mucha frecuencia, en nuestra cabeza. ¿Qué hacer con ellos?
Hay dos maneras de reaccionar ante ellos: Como lo hizo David ante Betsabé es una. Y como actuó José con la mujer de Potifar es la otra. (Ver 2 Samuel 11: 2-5 y Génesis 39: 1-11).

Los dos fueron tentados. Y nadie es tentado por aquello que no lo atrae. Los dos acariciaron la posibilidad de darse ese gusto carnal, pero los dos tuvieron reacciones diferentes. Uno consumó el pecado y el otro huyó.

David disfrutó un breve momento de placer y pagó una larga consecuencia. José prefirió apelar a su dominio propio y decirles no a sus deseos.¿Quién ganó? Indudablemente José, porque en el Reino de Dios siempre triunfan los que se oponen férreamente a sus deseos desordenados.

2) EVALUEMOS el precio del pecado. El altísimo costo de un momento de placer.
Nosotros no somos una isla. Cada uno de nuestros actos impactarán en las personas que nos rodean. Si generamos hechos nobles, no nos gozaremos solos, habrá muchos que lo disfrutarán.

En cambio, si le abrimos la puerta al pecado, muchos llorarán por nosotros. Y muchos serán impactados de diferentes maneras: algunos se sentirán traicionados y desvalorizados (nuestra pareja); otros experimentarán una gran desilusión (nuestros hijos) y otros quizás abandonen la fe (algunos hermanos de nuestra iglesia).

Recuerdo cuando mi padre cayó en adulterio. Nuestra casa se llenó de lágrimas y a partir de ese momento ya nada fue igual.
Todos seremos confrontados en algún momento con el Gran Sí y el Gran No. Serán decisiones trascendentales. Una generará frutos, la otra, dolores y vergüenza.
Tómate un tiempo para pensar y evaluar.
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«Dios no promete vida fácil, ni días sin problemas, pruebas, dificultades y tentaciones. Nunca promete que la vida será perfecta. No llama a sus hijos a un patio de recreo, sino a un campo de batalla». Billy Graham.

Por Marcelo Laffitte

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