Decide por la Palabra, antes que venga la tentación

Hoy quiero compartir con ustedes algo que, estoy seguro, bendecirá a muchos padres y madres. Se trata de uno de los aspectos más delicados y cruciales en la crianza de los hijos. Es algo que, con Hilda, practicamos a conciencia en la vida de nuestras tres hermosas muchachas, hoy ya casadas las tres.

 

Desde que eran adolescentes, teníamos charlas muy francas con ellas. Las tres juntas y también, cada tanto, en conversaciones personales. Allí hablábamos de algo que en aquel tiempo llamábamos “la protección sexual”.
Les decíamos algo que cualquier padre sabe que tarde o temprano ocurrirá:
—“En algún momento alguien les va a hacer una propuesta deshonesta, desde el punto de vista que para nosotros es el más importante: el de la Palabra de Dios”.
 
¿QUÉ HACER?
Y entonces venía el consejo central:
—“La mejor manera de enfrentar eso con sabiduría es tener la decisión tomada de antemano. Una decisión que no se improvisa en el momento, sino que se piensa y se afirma mucho antes de que llegue la tentación”. Les enseñábamos que las mejores decisiones no se toman en medio del torbellino, sino en tiempos de calma, cuando la mente y el corazón pueden procesar bien.
Les insistíamos:
—“Si ya tienes decidido de antemano qué postura vas a tomar, cuando llegue ese momento delicado no vas a titubear, porque solo te tocará ejecutar lo que ya habías resuelto”.
Y, por supuesto, siempre agregábamos algo fundamental:
—“Para que esa decisión sea firme, tiene que estar basada en lo que enseña la Biblia, no solo en lo que piensan papá y mamá. Los consejos humanos cambian; la Palabra de Dios no cambia nunca”.
Hoy, con el paso de los años, damos gracias a Dios porque esas conversaciones no fueron en vano. No pretendíamos criarlas en una burbuja, sino darles convicciones profundas antes de que los problemas aparecieran.
 
LA LUCHA INTERIOR
La realidad, es que todos nosotros —sí, todos sin excepción— tenemos un enemigo muy poderoso. Muchas veces lo descubrimos inclinado para el lado del mal y susurrándonos, con palabras muy seductoras, los supuestos encantos del pecado. Ese enemigo tiene un gran poder de seducción y hasta se toma el trabajo de dictarnos excusas para calmar nuestra conciencia. Ese enemigo… somos nosotros mismos.
 
La mayor fortaleza que podemos exhibir es el conocimiento de nuestra propia debilidad.
 
Cuando entendemos eso, se nos hace más fácil pedir ayuda a Dios para poder honrarlo a Él, a nuestra familia y a nuestra propia dignidad, siendo íntegros allí donde nadie nos ve.
Nunca dejó de retumbarme en la cabeza, y es bueno que así sea, aquel dicho que Luis Palau tenía bajo el vidrio de su escritorio: “La vida en secreto, es el secreto de la prosperidad espiritual”.
 
La Palabra lo dice de manera muy clara:
“¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu Palabra” (Salmo 119:9).
“Huye también de las pasiones juveniles y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz” (2 Timoteo 2:22).
 
El consejo bíblico es tan simple como sabio:
Llena tu corazón con la Palabra antes de que lleguen los vientos fuertes.
Y cuando soplen, ya sabrás a qué aferrarte.
 
Por Marcelo Laffitte

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