Veamos algunas lecciones vitales para el crecimiento espiritual:
1. Las palabras tienen poder. Lo que dices tiene mucho poder, si lo dices con fe. Cuando Rebeca le propuso a Jacob engañar a su padre, ¿cuál fue su temor? Que en lugar de una bendición recibiera una maldición, Génesis 27:12. Por su parte, Isaac preguntó varias veces si quien le traía la comida era Esaú. No quería bendecir al hijo equivocado, pero lo hizo. Y cuando se dio cuenta no pudo volver atrás: “...Le di mi bendición (a Jacob), y bendecido quedará”, Génesis 27:33. Ya que lo que decimos se cumplirá, usemos nuestra boca para bendecir a nuestra familia, edificar la iglesia y extender el reino de Dios.
2. La impaciencia es muy costosa. Dios prometió que el hijo menor de Isaac heredaría la bendición. Aun así, madre e hijo se pusieron de acuerdo para arrebatar la bendición antes de tiempo y por el camino de la desobediencia. ¿Cuál fue el resultado? Jacob fue infeliz toda su vida. Por impaciente cosechó mucho sufrimiento. No permitas que la impaciencia malogre los mejores planes de Dios para tu vida. Espera en Dios.
3. El desprecio de los bienes espirituales acarrea consecuencias eternas. Esaú y Jacob estaban interesados en la bendición de su padre. A Jacob le interesaban las bendiciones espirituales, el sacerdocio familiar, la revelación del Altísimo y la cercanía de Dios. A Esaú solo el poder y las riquezas de su padre. Esaú es el prototipo de persona hedonista cuyo placer por las cosas terrenales y temporales sobrepasa a las celestiales y eternas.
¿Estás en la implacable búsqueda del placer momentáneo y temporal? ¿Tu codicia por las cosas terrenales sobrepasa el deseo de hacer tesoros en los cielos? Entonces estás en la lista de los profanos. ¡Sal de esa lista!
No tomes a la ligera las bendiciones espirituales. Recuerda que existen oportunidades que jamás se repetirán, como la de conocer a Dios íntimamente. No desaproveches este privilegio. Permite que todas las promesas en Su Palabra sean tuyas. ¡Proclama bendición!