Permítanme ahora una paráfrasis para decir lo que sigue en ese texto pero con mis palabras: “En aquel día, muchos me dirán: “Señor, Señor, ¿no levantamos una gran iglesia, con muchas filiales, no he predicado en tu nombre en grandes campañas y he llevado a centenares a tus pies y no he trabajado por tu causa desde la mañana a hasta la noche? Pero yo les diré claramente: “Nunca los conocí. ¡Apártense de mí, hacedores de maldad!”
Qué respuesta más dolorosa e inesperada ¿no? ¡Dios les dice hacedores de maldad! Permítanme explicarles. Muchos dan por sentado que si trabajan en el ministerio están manteniendo una relación íntima con el Señor. Sin embargo, la realidad, en muchos casos, es otra: la turbulencia del ministerio les ha robado lo más valioso que es la relación con el Creador. Y ese punto explica las duras palabras de Dios.
Marcos 3:14-15 lo aclara cuando dice: “Designó entonces a doce, PARA QUE ESTUVIERAN CON ÉL, para enviarlos a predicar, y que tuvieran autoridad para sanar enfermedades y echar fuera demonios”.
Por supuesto que cuando Dios les habló a los doce nos estaba hablando a todos sus hijos.
Y allí claramente declaró, en tres pasos, el camino a seguir: 1) Estar con él; 2) Enviarlos a predicar y 3) Darles autoridad para sanar enfermos y liberar endemoniados.
El orden de estas tres acciones no es caprichoso, es fundamental y no se puede cambiar, porque cada paso depende del anterior.
Sanar enfermos y echar fuera demonios será factible cuando esté acompañado por la Palabra, y predicar la Palabra pierde todo sentido si no está basado en una íntima relación con el Señor porque no podríamos señalar el camino hacia el conocimiento del Creador.
Solamente podríamos asesorar sobre tareas ministeriales o de formas para vivir mejor.
Los que no tienen intimidad con el Señor no hablan del amor a Dios ni de estar cada día cerca de Él, no tienen en cuenta Marcos 3:14-15. Solo pueden hablar de tareas.
De allí la enorme cautela que deben tener líderes o pastores que conducen gente. Cautela de no permitir que la hiperactividad termine robándonos lo más precioso que es la relación con nuestro Dios. Y cuando no existe eso, todo lo demás se desnaturaliza, pierde sentido.
En estas pocas líneas, que no se si he logrado explicar con claridad, que alguna vez aprendí de un sabio pastor llamado Christopher Shaw, lo que deseo recordar es que toda obra divorciada de una relación con el Señor, aun cuando sea una obra ministerial, para Dios es obra mala. De allí la terrible frase: “¡Apártense de mi, hacedores de maldad!” Dios no acepta a los pastores que aman más la obra que a Él.
Gran parte del liderazgo ha sido vencido por las constantes obras del ministerio y eso ha enfriado su relación íntima con el Señor.
Si usted, pastor o líder está tan ocupado que no le queda tiempo para estar con su Dios, está más ocupado de lo que Él quiere.
Pero como siempre digo: en el Evangelio siempre se puede comenzar de nuevo. Hoy es un buen día para empezar a colocar las cosas en su lugar. El Señor lo desea.
Por Marcelo Laffitte