La familia está herida porque no inculcamos a nuestros hijos el *amor a Dios* y al prójimo, porque no aceptamos que nuestros hijos sean personas con defectos y necesitados de corrección. Porque no toleramos que se les llame la atención, y nos comportamos como fieras cuando alguien los llama al orden.

Estamos heridos, porque le huimos a la palabra sencillez, porque no aceptamos la austeridad ni la pobreza, porque creemos que tenemos el derecho de ser servidos, pero no nos gusta servir. Porque criamos hijos orgullosos y soberbios al haberles puesto el mundo en bandeja y les robamos la capacidad de aceptar la frustración y la dificultad...
La familia está herida porque no sabemos perdonar, porque no sabemos hablar sin herir al otro, porque le pedimos a los nuestros una perfección que no tenemos. Porque caímos en la trampa de considerar el matrimonio algo desechable...

La familia está herida, porque sacamos a Dios de nuestro corazón, porque relativizamos la verdad, porque nunca hay tiempo para orar, porque aceptamos la infidelidad, el maltrato verbal y físico, porque humillamos a nuestra pareja delante de nuestros hijos o nuestros amigos. Porque guardamos silencio ante el pecado y la maldad...
Definitivamente, es tiempo de ser mejores familias, es tiempo de reconocer humildemente nuestros errores, es tiempo de dar lo mejor de nosotros mismos. Es tiempo de abrir las puertas de nuestros hogares de par en par, para dejar entrar a Dios.
