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Esposo, a vos te hablo

 Me gusta dialogar con los esposos cuando con Marcelo separamos a hombres de mujeres en nuestros talleres para matrimonios y él va con las damas y yo con los caballeros. No uso la palabra “enseñarles” porque suena muy presuntuosa.

 Provoco un debate y les planteo las cosas que nos hacen bien y las cosas que nos hacen mal a las mujeres en relación a la actitud y el comportamiento de los esposos.

Les remarco, por ejemplo, que nos hace daño que desde la mañana temprano ya comiencen con órdenes: “Tráeme, dame, búscame. Alcánzame...”
 
 
Marido querido: mejor sorpréndala, aunque no sea todos los días llevándole un café a la cama.
 
Comenzar el día con paz y armonía es muy importante, porque influirá en el ánimo de ella durante toda la jornada.
 
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Les digo, a esos buenos hombres que me escuchan, que no cometan el inmenso error, cuando regresan del trabajo, de preguntarle a la esposa: “Pero, ¿de qué estás cansada? Esa es la forma más agresiva de menospreciar la multitud de cosas que la mujer hace en el hogar cada día.
 
Esa pregunta, les digo, es una horrible muestra de desprecio y no exageramos si la catalogamos como una forma de abuso mental.
 
 
Les sugiero que ni en broma las irriten a sus esposas con burlas o bromas sobre su cuerpo, su peso o sus arrugas.
 
Aunque las mujeres siempre aparentamos ser fuertes, somos en realidad un vaso muy frágil.
 
Bromas sobre el aspecto físico viniendo de sus esposos son particularmente humillantes y dolorosas. Estas descalificaciones quedan por mucho tiempo en la mente y el corazón de sus esposas.
 
 
Les pido por favor que no traigan, del trabajo, de la calle o de la iglesia quejas y desaliento.
 
Que no se enojen con ellas por cualquier pequeñez como si fuera la culpable de todo lo que a él le pasó fuera de la casa.
 
 
Esposo: si usted insiste en volver cada día con desánimo y enojo, llegará un día en que su esposa no sentirá ganas de que usted regrese a su hogar.
 
Les hago ver que las esposas estamos cansadas que ellos se justifiquen con estas dos frases: “Ahhh...no me di cuenta” y “Si querías que lo hiciera, ¿por qué no me lo pediste?”
 
 
Esposo: esfuérzate en pensar: ¿En qué puedo ayudar a mi esposa? ¿Riego las plantas? ¿Ayudo a los niños con sus deberes? ¿Le hago las compras? Le ruego que ¡piense, piense, piense! Hay muchas cosas en las cuales usted puede aportar en el hogar, empezando por las cositas simples como doblar y guardar la ropa que se quita o poniendo los zapatos en su lugar.
 
 
Recuerde marido que cuidando la casa está apreciando el gran esfuerzo de ella, quítese de la cabeza ese concepto viejo de que con las ocho horas que pasa en el trabajo ya cumplió con su cuota de esfuerzo.
 
 
La mujer trabaja de sol a sol y de lunes a lunes en la casa porque las tareas allí son infinitas.
 
 
Pero más allá de todos estos consejos prácticos, nunca se olviden que los mejores matrimonios que vi funcionar son los Modelo “M3”: O sea, Matrimonio de 3: esposa, esposo y Cristo.
 
 
Por Hilda Laffitte
 
 

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