Desde que subes las escaleras, ves a los otros pasajeros que serán tus compañeros de viaje, cada uno está acomodándose hasta que comienza el vuelo.
Para ayudarte, las azafatas pueden traerte comida o bebida y responder cualquier duda que tengas.

En el vuelo pueden surgir situaciones difíciles de soportar, como la subida o bajada, o surjan pozos en el aire, tormentas en el camino, pero esos momentos te aferras a tu asiento, aseguras el cinturón de seguridad y cierras los ojos.
Pero nunca cuestionas si el piloto sabe conducir el avión, si las horas de vuelo son las necesarias, el trazado de la ruta o el aeropuerto para llegar a destino es el correcto, tú confías.

Tal vez nunca conozcas personalmente al piloto, aunque por momento puedas escuchar su voz por los altoparlantes, dándote la bienvenida y algunas recomendaciones para casos en que se produzcan problemas, o al llegar te despedirá contándote la hora y temperatura del lugar de destino.
Entonces, ¿por qué te cuesta tanto confiar en Dios?
Él es el piloto de tu vida, muchas veces escucharás Su Voz o la entenderás al leer Su Palabra, pero no debes cuestionar la ruta elegida por Él para darte crecimiento, el lugar a llegar a destino o como lo hará.

Sólo debes “comprar” el boleto al aceptar el sacrificio de Jesús por ti en la cruz, “subirte” al avión junto a otros “pasajeros” que te acompañarán en este desafío que es la vida y aunque a veces no escuches la voz del “piloto” hablándote, tienes la palabra que te dice “no temas, yo estoy contigo todos los días de tu vida” y muchas veces tienes “azafatas” que serán los hermanos que te darán aliento y paz en esos momentos de zozobra, tu única tarea será confiar en Aquel, que llevará tu vida “a lugares de delicados pastos para hacerte descansar”.

Isaías 41:10 “No temas, porque yo estoy contigo; no te desanimes, porque yo soy tu Dios; yo te fortalezco, te ayudo y te apoyo con la mano derecha de mi justicia».
De la redacción de Encendidos por el Espíritu