Florencia Ramírez, una joven de 26 años, es mamá de cuatro niños de 9, 7, 4 y 3 años. El 26 de agosto dormían en su casa ubicada en el barrio Santa Teresita, cuando a media mañana se despertó y encontró a sus tres niños mayores en estado de shock y al más pequeño desmayado al lado de su cama, a su vez ella sentía que no podía respirar, pero hasta ese momento no entendía que estaba pasando.
Automáticamente comenzó a sacar a sus hijos al patio delantero, para que puedan inhalar aire puro, y en ese momento descubrió que el televisor que estaba ubicado en el comedor había explotado y eso desató un gas tóxico por toda su casa.
A partir de allí, los dos niños mayores fueron atendidos por médicos de urgencia del Hospital 4 de Junio de Sáenz Peña y los dos más pequeños fueron trasladados en estado de gravedad a Sala de Terapia Intensiva del Hospital Pediátrico de Resistencia.

Dos semanas después, tras haber sufrido muchas complicaciones respiratorias, recibió el alta su hijo Isaac de cuatro años, convirtiéndose en el primer milagro.
Sin embargo, Jonás, el más pequeño de todos, seguía en estado de gravedad, y con un desalentador diagnóstico por parte de los médicos de turno: “en cualquier momento puede morir” le dijeron a la angustiada madre.
Florencia, que conoce a Dios desde pequeña, comenzó a clamar y a pedirle a Jesús que haga un milagro en la vida de su hijo.
Hasta ese momento, el pequeño Jonás había sufrido diez paros cardiorespiratorios, y no podía respirar sin asistencia de un tubo de oxígeno.
Por tal motivo, los profesionales de la salud, le anunciaron si se recuperaba, en el mejor de los casos el niño podría vivir, pero probablemente dejaría de caminar, perdería el habla y hasta corría riesgo su visión.
Por esta razón, los médicos le anunciaron que el 13 de octubre le practicarían una traqueotomía para ayudarlo a respirar.

S̲i̲n̲ e̲m̲b̲a̲r̲g̲o̲,̲ el̲ 3̲0̲ d̲e̲ s̲e̲p̲t̲i̲e̲m̲b̲r̲e̲ o̲c̲u̲r̲r̲i̲ó̲ e̲l̲ t̲a̲n̲ a̲n̲h̲e̲l̲a̲d̲o̲ m̲i̲l̲a̲g̲r̲o̲
Ese día, ella se quedó a pasar un poco más de tiempo con él en la sala, y volvió a pedirle a Dios que por favor no permita que su hijo se muriera y que tampoco quede con las secuelas que los profesionales predecían.
Esa noche, un médico decidió volver a probar si el niño podría resistir sin tener un tubo de oxígeno (esta prueba ya la habían hecho en otras ocasiones con resultados adversos).
Para asombro de todos, Jonás pudo respirar con tan sólo una bigotera de oxígeno, que significaba un gran paso para él, y días más tarde, se le quitó toda la asistencia mecánica, porque sus pulmones volvieron a funcionar normalmente.

Finalmente, este 18 de octubre, Jonás obtuvo el alta médica.

El niño salió del sanatorio caminando, riendo, viendo y respirando por sus propios medios y todo esto ¡para la Gloria de un Dios Vivo que sigue haciendo Milagros!
