Hace diecisiete años nació mi hija: todo era incertidumbre, novedad ante su nacimiento, pero desconocimiento total de muchas cosas, ya que en ese momento éramos solo ella y yo. Incluso oré mucho por su nombre, quería que definiera su vida.
Cuando nació mi niña, Dios habló a mi vida diciéndome "te doy un libro en blanco, de vos depende lo que escribas".
Si uno razona esa enseñanza, habla de que cada niño viene al mundo sin maldad. No conoce las palabras, menos las soeces. Ellos no tienen envidia, celos, no saben pelear, son todo inocencia. Entonces, ¿qué escribimos en nuestros hijos?

Con once días de vida, la presentamos al Señor y ante cada etapa escolar, pedía Su guía y buscaba Su enseñanza, porque sabía que muchas cosas escaparían de mi cuidado.
Cometí mil errores como madre, pero siempre le dejé en claro que Su Padre, Su amigo era Jesús, que Él nunca se equivocaba. Y hoy, que está pronta a terminar una etapa y comenzar otra, pedimos la ayuda del Espíritu Santo para esa transición. No es fácil cada decisión que vayamos soltándola como padres para que tome, pero sabemos que sus raíces están fundamentadas en La Palabra.

Al verla servirle con devoción, tener sus primeros logros personales, recuerdo y analizo si he escrito bien en ella... ya que ese libro en blanco comenzó a llenarse, en su mayoría con logros y algunos fracasos también.
Las lágrimas fluyen al escribir estas palabras, pero es enorme el agradecimiento a ese amado Señor que acompañó nuestras vidas y lo seguirá haciendo.

A vos papá o mamá que me lees, trata de escribir en el libro de tus hijos: siembras de oración, palabras de alabanza y enseñanzas divinas. Los resultados serán eternos.
De la redacción de EncendidosporelEspíritu