Cuando te ofenden, pero sigues adelante...

A veces, el mayor dolor no viene de enemigos desconocidos, sino de aquellos más cercanos. Jesús lo vivió en carne propia. Fue rechazado no por extraños, sino por los de su propio pueblo. Los que lo conocieron desde niño no pudieron ver la grandeza en Él… y se ofendieron.
 
Y muchos que lo oían se asombraban, diciendo: ¿De dónde tiene éste estas cosas?… ¿No es este el carpintero, el hijo de María…? Y se escandalizaban de él. Marcos 6.2-3
 
El rechazo no define tu valor. El hecho de que otros no reconozcan lo que Dios ha puesto en ti no significa que no esté allí. Jesús tenía sabiduría, poder, y una misión divina… pero fue desacreditado por quienes lo conocían superficialmente.
 
A veces, la familiaridad ciega la percepción espiritual. Y como con Jesús, algunos te juzgarán por tu pasado, tu familia o tu oficio, sin ver la obra de Dios en ti. Pero aquí está la verdad: la ofensa de otros no puede detener el plan de Dios.
 
Sentir no es fallar.
 
Todos hemos sido heridos por alguien que amamos. Palabras duras, juicios injustos, indiferencia o desprecio… duelen. No es pecado sentir dolor. Jesús también fue herido.
 
La clave no está en evitar el dolor, sino en soltar la ofensa.
 
Llorá si necesitás, orá con el corazón quebrantado, pero no te detengas ahí. Levántate. límpiate las lágrimas. Volvé a sonreír. Seguí caminando.
Hoy deja el dolor, y abrazá la paz de Dios.
 
CENTRO CRISTIANO PUERTA ABIERTA
Saenz Peña-Chaco

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