El sexo: el regalo de Dios que la iglesia calla

Pasan los años y el sexo sigue siendo un tema tabú en las iglesias. Todos sabemos que ocupa un lugar de suma importancia en nuestras vidas; sin embargo, no se habla y, lo que es peor, no se enseña en nuestras congregaciones. La conclusión siempre fue la misma: existe demasiada ignorancia sobre la sexualidad. Y ese desconocimiento, lejos de producir el disfrute para el que Dios la creó, termina generando problemas de todo tipo.

 TRES CONSEJOS SENCILLOS

1.Agradecer a Dios por el deseo sexual.
El Creador amoroso no solo nos dio el deseo físico, sino también los placeres que lo acompañan. Como bien decía C.S. Lewis: “El placer es un invento de Dios, no del diablo”. La Biblia dice: “Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud” (Proverbios 5:18).
 
2.El placer no es una meta en sí mismo.
El placer sexual es parte de la vida, no el fin último de ella. El hedonista hace del placer su dios, pero la realidad es que, cuando uno lo persigue como meta, deja de ser disfrutable. Todo debe fluir naturalmente, y es muy importante que los cónyuges puedan hablar de esto con absoluta naturalidad.
 
3.El sexo es para disfrutarse dentro del matrimonio.
Uno de los objetivos de Dios al crearlo fue poner fin a la soledad del hombre: “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18). El sexo dentro del matrimonio es seguro, bendecido y es un canal de unión profunda.
 
Vayan tres consejos finales:
El primero: Los matrimonios basados solo en lo físico terminan fracasando.
El segundo: No es válido casarse únicamente “para poder tener relaciones sexuales y evitar el pecado”. El matrimonio debe ser una alianza de amor, ayuda mutua y servicio.
El tercero: En ese contexto, la sexualidad se convierte en el sello del pacto, una delicada comunicación de amor y confianza, por la cual un hombre y una mujer se conocen más profundamente.
La sexualidad no es un tema sucio ni pecaminoso. Mal usada, puede destruir; pero en el marco del amor y del pacto matrimonial, se convierte en una bendición de Dios.
 
Con Hilda —además de la experiencia de tantos años de casados— hemos estudiado el tema porque muchas veces lo compartimos en reuniones de matrimonios. La conclusión siempre fue la misma: existe demasiada ignorancia sobre la sexualidad. Y ese desconocimiento, lejos de producir el disfrute para el que Dios la creó, termina generando problemas de todo tipo.
Por eso he decidido incorporar este tema en algunas de mis columnas. Lo bueno es que Hilda también escribirá, para dar la mirada femenina que tanto enriquece.
Por Marcelo Laffitte

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