Un piropo desató un infierno...

Hay historias que uno nunca quisiera contar, pero si pueden abrir los ojos a otros, entonces valen la pena. Hace un tiempo me enteré de algo que sacudió a toda una iglesia y a toda una familia. Una mujer ejemplar, buena madre, buena esposa y cristiana, con un marido cariñoso, responsable y atento, cayó en adulterio ¿Alguien lo hubiese imaginado? Jamás. Nadie. Pero pasó.

¿Qué ocurrió para que una mujer que tenía todo lo que muchos sueñan, terminara en algo así? Ella misma lo explicó, ya arrepentida y con lágrimas:
"Estaba muy deprimida. Me miraba al espejo y me veía fea, gorda, sin brillo, aunque no lo estaba. Me sentía poca cosa. Y en ese momento apareció un muchacho más joven, que me llenó de halagos: “Qué linda eres, qué mujer tan simpática, tan encantadora…” —esas palabras, que parecían inofensivas, me enloquecieron". Ese “piropo a destiempo” fue como una flecha. Se enamoró perdidamente. Perdió los estribos. Hasta que todo salió a la luz. El marido, destrozado, dejó la casa y se fue a vivir a otro país. Los hijos quedaron marcados. La iglesia entera se sacudió. Y esta mujer, después de gastar hasta su última lágrima, solo pudo decir: —Ojalá hubiera pedido ayuda antes.

¿Por qué cuento esto? Porque esta historia me hizo recordar el desastre que el adulterio de mi padre provocó en mi propia casa cuando joven. Sé muy bien que no se trata de un juego. El dolor es como un tsunami: arrasa con todo.
Y quiero decir algo con todo mi corazón: Antes de dar un paso en falso, hay que medir las consecuencias. Pensar en frío. Orar mucho a Dios. Pedir ayuda. Abrirse con alguien de confianza. Aunque no todas las mujeres caen, hay circunstancias donde el enemigo acecha con más fuerza:
*Cuando te sentís sola o ignorada.
*Cuando atraviesas depresiones, problemas hormonales o crisis emocionales.
*Cuando aparece alguien que te dice justo lo que querías escuchar.
*Cuando te comparas con otras mujeres y te sentís menos.
*Cuando bajas la guardia espiritual y dejas de orar o buscar al Señor.
El apóstol Pedro nos advierte: “Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8).

El engaño siempre parece inofensivo al principio 
Nadie planea destruir su vida en cinco minutos. Todo comienza con un “no pasa nada si contesto este mensaje”, “no pasa nada si acepto un café”, “total, yo me sé controlar”. Pero cuando nos damos cuenta, el corazón ya se enredó y es muy difícil salir sin que todo se rompa.
No escribo esto para juzgar a nadie, sino para despertar. Cuidemos nuestro corazón y nuestra mente. Busquemos ayuda a tiempo.
Y si alguien está coqueteando con el peligro, detente ahora, porque lo que hoy parece un juego mañana puede convertirse en una pesadilla para vos y los tuyos.
Jesús dijo: “Velad y orad, para que no entréis en tentación” (Mateo 26:41).
Que el Señor nos dé humildad para reconocer nuestras debilidades y nos otorgue también fortaleza para huir de lo que nos puede destruir.

Por Marcelo Laffitte

Suscríbete a nuestro boletín de novedades

Te vamos a comunicar lo más destacado.
Solo una vez por semana te enviaremos notas seleccionadas de nuestra web.