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El adulterio: un misil al corazón de las familias

Todo pecado lastima seriamente la relación del creyente con el Señor. Cualquier pecado daña la calidad de vida que tenía hasta ese momento. Ni bien abrazamos un pecado, comienza a diluirse el grato sentimiento de realización y de paz que nos hacía felices. Sin embargo, ningún otro pecado destruye el mismo fundamento del matrimonio cristiano, como la inmoralidad sexual.

Y el adulterio es, ni más ni menos, que un poderoso misil que estalla y destruye las fibras de la dignidad humana. Y es también una bomba nuclear en el corazón de las familias comprometidas.

Porque el engaño sexual no es un pecado aislado que se puede tener en reserva entre los dos implicados. Rápidamente, porque el Señor se ocupa de que salga a la luz, contamina y lastima con su onda expansiva a familiares, amigos y hermanos de la iglesia. Es que, como dice la Palabra; “No hay nada oculto que no haya de salir a la luz”.

Mi padre se dejó seducir por el adulterio y a mi madre, mi hermana y a mí, nos llenó de tristeza.

Y no se acaba allí la enumeración de los daños que provoca, sino que desata una cadena de desgracias: El adulterio anula la confianza, aniquila el respeto, tiñe de oscuridad la integridad…

Por todo esto es esencial que nosotros estemos especialmente conscientes, del fenómeno creciente de la inmoralidad que se observa hoy en la comunidad cristiana. Estar conscientes es estar alertas.

¿Quiénes deben estar alertados? Yo, tú, el pastor, el diácono, el teólogo…todos. Y esto no tiene género.

Tres afirmaciones finales tomadas de la Biblia:

  1. “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar”.   (1 Corintios 10:13) CON DIOS SIEMPRE HAY RESTAURACIÓN.
  2. “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman”. (Santiago 1:12) PODEMOS VENCER LA TENTACIÓN.
  3. “Acerquémonos, confiadamente, al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:16) DIOS Y SU ETERNA MISERICORDIA.

Por Marcelo Laffitte

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