El acuerdo Amós 3:3 — “¿Andarán dos juntos si no estuvieren de acuerdo?”
Para lograr acuerdos, en ocasiones deberá someter parcial o totalmente su voluntad en favor de estos. El carácter será puesto en tratamiento para ser perfeccionado y adaptado a su cónyuge.
La presencia del Espíritu Santo en sus vidas los guiará para:
• Aceptar errores.
• Entender la postura del otro.
• Cambiar actitudes.
Las discusiones matrimoniales a veces se salen de control por no estar preparados para el momento en que se producen. Siempre existirán discusiones, ya que ambos son personas diferentes, que vienen de crianzas diferentes y con caracteres diferentes.
Discutir
Para crecer, para madurar como parejas, entonces es necesario discutir. Lo importante es hacerlo en el lugar correcto, en el momento correcto, y con las palabras y el tono correcto.
“Examinar y tratar entre dos o más personas un asunto o un tema para solucionarlo o para explicarlo”.
El peor momento para querer resolver una diferencia es en medio de la tormenta; por lo tanto, aléjese de ella: Tome distancia de su cónyuge y busque a Dios en oración.
• Establezcan un lugar y un horario donde resolver las diferencias, alejados de los niños.
• Tómese su tiempo para pensar las palabras que dirá y en las que no dirá. Es importante prepararse para la confrontación. Orar antes será bueno para dominar su lengua, y no maldecir a su pareja.
• El diablo pondrá pensamientos o maldiciones en su mente para que usted las declare en el momento de la discusión. Rechácelas en el nombre de Jesús, y esté muy atento para no declararlas, ya que son palabras inspiradas por el infierno con el objeto de herir a su cónyuge.
• Ore y rechace todo pensamiento agresivo en contra del otro. Las heridas producidas por vivencias del pasado llevan a las personas a actuar en momentos de crisis a través de la agresión física y verbal.
• Deje hablar al otro, y espere su turno. Póngase en su posición para intentar comprender su argumento.
Reflexione sobre 2 Corintios 10:3-5: "Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne, porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo." según algunas traducciones de la Biblia. En resumen, aunque vivimos en el mundo, nuestra lucha no es con armas físicas, sino espirituales, con el poder de Dios para derribar obstáculos y llevar cautivos los pensamientos a la obediencia a Cristo".
por Darío Accolla y Sandra Zappatore (Fragmento)