Cómo me ha animado este texto cuando me sentía poca cosa y me ganaba la auto conmiseración: “No seáis rebeldes contra Jehová, ni temáis al pueblo de esta tierra; porque nosotros los comeremos como pan…”(Números 14:9).
Recordemos esa motivadora historia: En tiempos del Éxodo, cuando el pueblo de Israel estuvo frente a la Tierra Prometida, los espías que Moisés envió regresaron con un informe muy dividido. Diez de ellos veían imposibles: gigantes, murallas, ciudades fortificadas. Solo dos —Josué y Caleb— vieron promesas, no obstáculos. Vieron a Dios por encima del enemigo.
Los que dudan suelen decir: “No podremos avanzar, hay gigantes…” (Ver Números 13:31). Porque comparan a esos gigantes con sus propias fuerzas.
Pero los que creen se atreven a decir: “Subamos luego, y tomemos posesión de la tierra, porque más podremos nosotros que ellos…” (Números 13:30) Estos comparan a los gigantes con las fuerzas de Dios, no con sus propias limitaciones.
El error más común de quienes retroceden no es la falta de recursos, sino la visión distorsionada: tienen un Dios pequeño y gigantes muy grandes.
Pero cuando nuestra fe crece, el panorama se invierte: vemos a un Dios tan inmenso, que los gigantes parecen apenas un bocado de pan. Recuerda siempre: “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?”
¿Dónde se esconden nuestros gigantes?
No siempre miden tres metros ni llevan espadas. Hoy los gigantes adoptan otras formas:
•En la familia: Detestan nuestra nueva fe, resentimientos, silencios largos y cargados, reproches y hasta relaciones rotas.
•En la iglesia: Subestimaciones, críticas, divisiones, celos, indiferencias, marginaciones
•En lo social: Presiones, miedos económicos, burlas y rechazo, enfermedad.
•En nuestro interior: culpa, orgullo, incredulidad, temor al fracaso.
Todos ellos buscan lo mismo: paralizarnos y alejarnos del propósito de Dios.
Pero el Señor no nos ha llamado a vivir detenidos ni temerosos, sino a avanzar por fe, confiando en que Él va delante de nosotros como poderoso gigante. Él nos repite: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo…”
¿Cuál es el secreto para vencer?
1. No te rebeles contra Dios. La incredulidad también es una forma de rebeldía. Cuando desconfías, estás diciendo con tus hechos: “Dios no puede”.
2. No alimentes el temor, sino la fe. La fe viene por el oír la Palabra.
3. Confesá victoria, no derrota. “Nosotros los comeremos como pan…” (Números 14:9). Esa fue la declaración profética de dos hombres que creían de verdad.
4. Recordá quién está de tu lado. David derrotó a Goliat no porque tenía una honda, sino porque confiaba en el Dios que le había dado la victoria en privado antes de dársela en público.
Sellemos esto con una oración: Señor, líbrame del temor a las cosas de este mundo. Ayudame a mirar con tus ojos y no con los míos. Que tu presencia me dé el coraje para avanzar, aun cuando los gigantes parezcan invencibles. Dame la fe de Josué, la convicción de Caleb, y la confianza de David. Que cada batalla que enfrente, me acerque más a tu propósito. Amén.