Las personas que NO LEEN la Palabra son como el “tamo” (el panadero) que el viento lleva de aquí para allá. Son fácilmente capturadas por cualquier religión.
Las personas QUE LEEN adquieren poder. ¿Poder en qué? Poder para tomar mejores decisiones, para influenciar positivamente a otros y para crecer ellas espiritualmente. Se convierten en cristianos consistentes.
Las personas que NO LEEN tienen muy difusa la diferencia entre el bien y el mal porque no tienen el discernimiento que otorga la Biblia. Esto equivale a caminar por la vida con los ojos vendados.
Las personas QUE LEEN saben con claridad si algo proviene de la carne o del espíritu. Advierten si alguien habla desde la luz o desde las tinieblas. Saben “leer los tiempos”.
Las personas que NO LEEN guían su vida por “corazonadas” porque no saben que Dios dice: “Engañoso es el corazón”. La guía infalible es la Escritura. Nada es más peligroso que guiarse por las emociones.
Las personas QUE LEEN son las únicas que llegan a conocer el propósito que Dios tiene para ellas. Porque, qué obrero puede cumplir efectivamente con su tarea si no conoce las directivas de su “Jefe”, de su “capataz”. Y esas directivas están en la Biblia.
Propóngase leer desde hoy 20 minutos por día (solo eso) y usted verá un cambio maravilloso en su vida. Y cuando lea hágase dos preguntas: 1) ¿Qué dice? Y 2) ¿Qué me dice? Porque la Palabra siempre lo confrontará personalmente.
Recuerde que uno elige qué tipo de cristiano quiere ser: Un cristiano perdiz, que volará siempre a ras del suelo, o un creyente cóndor que se elevará hacia los picos más altos.
"Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra." 2 Timoteo 3:16-17 (NVI)
"Tu Palabra es una lámpara a mis pies; es una luz en mi sendero." Salmo 119:105 (NVI)
Por Marcelo Laffitte