¡Cuánto nos cuesta esperar!

La palabra de Dios dice: “Tardará un poco en cumplirse, pero tú no te desesperes; aún no ha llegado la hora de que todo esto se cumpla, pero puedo asegurarte que se cumplirá sin falta”. No debemos desesperar, sino esperar.
¡Cuánto nos cuesta esperar! No nos gusta, pensamos que Dios se olvidó de Sus promesas, e incluso parece que todo llegó a su fin. Es en esos momentos cuando comenzamos a dudar y nuestro adversario pone en funcionamiento su maquinaria con palabras de desánimo, o distintas circunstancias que enfrentamos y que nos llevan a renunciar a esas promesas.
 
Recuerda que, antes de ser Rey de Israel, David fue ungido, pero aún no tenía reino. Eso nos habla de un proceso que debemos pasar, pero que no debemos dejar en el olvido.
 
Te invito a levantarte, a tomar las promesas de Dios para ti y los tuyos. En otras palabras, saca tus anotaciones guardadas y pídele en este mismo momento al Espíritu Santo que sople vida sobre esos proyectos, esos sueños, esas promesas de parte de Dios que estaban escritos en papel, o aquellos que están escritos en lo profundo de tu corazón, aquellos de los que nadie sabe más que tú y el Señor.
 
Tal vez están guardados, llenos de tierra, de telarañas, marcados con mil dobleces y casi ilegibles. Léelos y pídele al Señor de los propósitos que comience a dar vida a esos sueños que Dios mismo escribió para ti y que por distintas razones estaban secos.
 
 
Pregúntale al Señor ¿cuál es el camino que debo transitar? ¿Estoy en el lugar y momento indicados? Para entender esto, sin dudas tu relación con el Espíritu Santo debe ir en aumento; creo que debemos aprender que Dios es quien nos guía, debemos dejar de andar por la vida sin identidad, sin rumbo o con llamados prestados. Somos hijos con un propósito escrito en el corazón de Dios. Comencemos a marchar en esos propósitos y saldremos a la luz a brillar como lo que somos: Hijos de Dios.
 
La Palabra de Dios nos recuerda: “Mis planes para ustedes solamente yo los sé, y no son para su mal, sino para su bien. Voy a darles un futuro lleno de bienestar”.
 
Fragmento de "Mis escritos guardados" por Claudia Ponce

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