Cuando sufrimos, los días y el dolor pueden parecer insoportables e interminables. Ana, futura madre de Samuel, ante el sufrimiento y las presiones externas e internas, derramó su corazón delante de Dios. Ella, quien ya no comía, lloró, y habló con Dios sinceramente y en silencio, contando su aflicción e infelicidad al Señor.
El sacerdote Elí, al enterarse de sus preocupaciones, le dijo: "Vete en paz, y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido". Ana salió, comió algo y ya no se sentía tan triste. Esto nos enseña que cuando derramamos nuestro corazón delante de Dios, Él nos oye y responde. Aunque la tristeza deje marcas, su paz nos hace volver a vivir y reencontrar la alegría.
PALABRAS DE VICTORIA
EQUIPO PASTORAL CENTRO CRISTIANO PUERTA ABIERTA
Saenz Peña - Chaco