Dios quiere gente que llegue más lejos

Es muy positivo comentar cada domingo que “la reunión en la iglesia fue gloriosa”… que el mensaje fue muy bueno…, que las alabanzas cobraron una unción muy particular… o que la presencia de Dios fue muy palpable. Todo eso es muy bueno, pero permítame decirle que no alcanza. Dios no creó la iglesia solo para eso.

Él quiso que fuera habitada por hombres y mujeres que llegaran más lejos… que no se conformaran sólo con buenas reuniones.

El Señor nunca deseó que sus discípulos se gozaran dentro de las cuatro paredes de su templo y que al salir se convirtieran en hombres y mujeres comunes.

Dios apuntó más alto. Él no quiso fundar una religión que agrupara a una minoría inofensiva de la sociedad.

Él sigue buscando cristianos que se extiendan más allá de su propia salvación. Cristianos que vayan más allá de las lindas palabras o de relatos interesantes.

La gente de este siglo ya no se conforma con las palabras. El mundo está hastiado de tantas palabras.

Necesita ver y comprobar en el cristianismo y en la iglesia de su barrio, un poder con el cual se puedan enfrentar –y vencer- los dolores humanos, que le ayude con las pruebas cotidianas de la vida.

Un poder que esa gente no tiene y que realmente anhela.

Convenzámonos, nadie tiene interés en una fe inefectiva, una fe que solo se cuenta con palabras pero que no muestra frutos concretos.

Mucha gente cree que somos una minoría de gente buena que no le hace mal a nadie. ¡No nos conformemos con eso!

Somos portadores de un poder que no ha menguado y que puede transformar las tragedias de cualquier ser humano. Que puede cambiar la tristeza en gozo y que puede ayudarnos a salir del fracaso o del pecado.

No permitamos que nuestra actitud tímida y débil nos haga presentar a un “diosito” inerte, en lugar del Dios grande y todopoderoso que tenemos.

Por Marcelo Laffitte

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