Bendice al Señor, siempre

El rey David nos da el ejemplo: bendecir al Señor en todo tiempo, alabarle y darle gracias por todo lo que somos, tenemos y hacemos, sabiendo que de Él viene lo bueno y es permitida alguna que otra prueba para fortalecernos y sacarnos más afirmados en nuestra fe en Él. Bendigamos, bendigamos y bendigamos

Salmos 63 vers. 4 y 5: «Toda mi vida te bendeciré, y a ti levantaré mis manos en oración. Quedaré muy satisfecho, como el que disfruta de un banquete delicioso, y mis labios te alabarán con alegría.»

El rey David estaba agradecido por todo lo que había recibido, y expresó su bendición orando y cantando.

Bendice cada día a tu Padre, incluso por aquello que ya estás acostumbrado a experimentar, porque todo es don de Dios: la salud, tu familia, el trabajo, las relaciones.

Sólo lo que se reconoce, se valora; si lo valoras, lo cuidas. De lo contrario, lo terminarás perdiendo. Por eso, cada día bendice a Dios reconociendo todo lo que recibiste.

Ora así: Padre Dios, gracias por todas tus bondades, por este día de vida, por mi familia, por darme el sustento. Levanto mis manos con alegría en agradecimiento por todos tus beneficios. En el Nombre de Jesús, amén. ¡Bendecido Viernes!

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