Otras de las enseñanzas es darle el primer lugar a Dios, oración y lectura. En base a esa búsqueda, grande fue mi sorpresa al leer en Jueces 2 sobre la muerte del patriarca Josué, en el versículo 8 al 11: “Y murió Josué hijo de Nun, siervo de Jehová, a la edad de ciento diez años. Y lo sepultaron en el territorio de su heredad en Timnat-sera, en los montes de Efraín, al norte del monte Gaas. Y toda aquella generación fue también reunida con sus padres. Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová ni la obra que él había hecho por Israel. 11 Y los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová y sirvieron a los baales”.
Leer “Y se levantó después de ellos otra generación que no conocía a Jehová ni la obra que él había hecho por Israel” me golpeó como una maza en el pecho. El dolor de mi corazón al darme cuenta que yo tampoco había enseñado a mis hijos lo que Dios hizo por nosotros.
El mismo Josué que salió con el pueblo de Egipto siendo joven, que seguramente nació siendo esclavo y en una noche pasó a ser libre y rico, que fue quien acompañó y sirvió a Moisés todo el tiempo, (único fuera de la familia del patriarca), el que junto a Caleb recorrieron la tierra prometida con 10 príncipes más y vinieron con racimos de uvas enormes y gracias a su testimonio el pueblo no desfalleció. El fue quien subía al monte cuando Jehová llamaba a Moisés, quien permaencía cerca del tabernáculo de reunión. Fue el heredero espiritual de Moisés, quien recibió el manto de la unción para liderar, tomó la tierra prometida, siguió las órdenes de Dios y aún dijo “ más mi casa y yo serviremos al Señor”
Pero Josué no enseñó a su próxima generación, a sus hijos, a sus familiares, lo que Jehová había hecho por ellos...
Cuando uno mira la historia de Israel, no puede desconocer que es una muestra de cómo somos personalmente, que hay muchas similitudes a las relatadas en la biblia, si pensamos en criticarlos, debemos ver como somos nosotros. Entonces, hay que dar vuelta la página y cambiar de acuerdo a la propia palabra y las enseñanzas de nuestras iglesias. Desde ese día, cada sábado se realiza en nuestro hogar un altar familiar, un lugar para honrar al Espíritu Santo en nuestra familia.
En Deuteronomio 6 enseña del 7 al 9 “y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes. Y las atarás como una señal en tu mano, y estarán como frontales entre tus ojos; y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas”.
¿Cómo se hace un altar?
Aparta un día en que la familia pueda estar reunida, un mantel limpio, biblias, algo para comer y algo para tomar. Puede sumarse una alabanza o una adoración y uno lee una porción de la palabra que estuvo estudiando durante la semana, la explica, se puede contar testimonios de que hizo Dios por la familia, se presentan peticiones, se agradece, ora, pero siempre, se cuenta a nuestros hijos acerca de las maravillas de nuestro Dios, que hizo, que hace y se ora por lo que hará.
De la redacción de Encendidos por el Espíritu. com