No puedo dejar de pensar en quién está debajo de ese plástico bajo la lluvia, en una avenida atestada de tráfico.
¿Se despidió de su familia con un beso?
¿Cuáles eran sus planes?
¿Qué lo motivó a conducir tan rápido?
¿Qué urgencia había?
Somos tan frágiles y no lo sabemos o quizá nos imaginamos eternos, inmortales.
Perfectos administradores de nuestra vida hasta que en un segundo vemos, que estamos en bancarrota.
Lo importante se sacrifica en el altar de lo urgente.
La lluvia cae en Asunción y Enzo, mi hijo menor, recuesta su cabeza en mí hombro mientras el cielo se oscurece por la tormenta.
De pronto, la prisa no tiene sentido.
Seamos sabios para darnos cuenta de las prioridades.
La rutina de la vida nos lleva a no valorar los momentos hasta que es demasiado tarde.
Licenciado Jorge Tichy